¿Acaso los muertos aún gobiernan?

Estatua de Bolívar ecuestre. Foto: Universidad de los Andes
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Francisco Farfán Marín
Universidad Pedagógica Nacional
Habría de recordar con la nostalgia y la emocionalidad que le conllevan, en cómo mi abuelo me contaba, durante tardes y madrugadas, las magnas proezas de los excelsos “Héroes de la patria”. A menudo escuchamos que la historia no es solo un relato del pasado, sino una fuerza viva que sigue cocinando nuestro presente colectivo. En este sentido, el texto de Bernardo Tovar Zambrano, Porque los muertos mandan, nos invita a reflexionar sobre cómo los muertos de ese pasado ejercieron y siguen ejerciendo una perpetua autoridad simbólica sobre nosotros, los vivos, antes y durante la construcción de ese imaginario nacional colombiano que, en cierta forma o modo, se nos impuso en beneplácito de algunos intereses preexistentes y hegemónicos. La revisión que Tovar hace de los personajes históricos y su impacto en la memoria colectiva sugiere que esas figuras fallecidas no solo son recordadas por el simple hecho de hacerlo, sino que se convierten en protagonistas de una historia simbólica que fortalece y cimenta la identidad patriótica y moral del país del Sagrado Corazón de Jesús.
Para esta nueva sociedad Chibchombiana su pensamiento e imaginario sigue con la misma episteme antigua, pero con más liberación y hasta juzgamiento sobre la misma gloria que ayer le ufanaba y hoy le achicopala. Ante ello, se comienza a problematizar la idea de que los muertos, en especial quienes hicieron parte de esa historia política y militar, permanecen vivos en la conciencia social. Como Tovar lo da a entender, “los muertos son poderosos soberanos”, que siguen generando una evocación ante una influencia continua sobre el presente. Es aquí donde los monumentos, los rituales y discursos “oficiales”, los “héroes y mártires” de la historia son exaltados a niveles cumbres que les convierte en modelos ético-morales con virtud para las generaciones que les vengan como los calendarios ya olvidados. Sin embargo, todas esas figuras y hasta fuentes primarias cronológicas de ese imaginario, “tarde o temprano han aprendido que lo que era guerra será diálogo, lo que era violencia será exigencia y reclamo y lo que era silencio podrá convertirse en relato” (Ospina, W. Pa que se acabe la vaina – 2013).
CUANDO LAS PIEDRAS NO SE RASGUÑAN Y HABLAN MONUMENTOS DE MEMORIA EN LA CONSTRUCCIÓN DEL IMAGINARIO PATRIÓTICO COLOMBIANO.
Un ejemplo clave de cuando se nos plantea sobre estos héroes es el trato dado a la figura del general Rafael Uribe Uribe, quien sale a relucir pues, tras su asesinato en 1914, fue participe de un objeto de devoción, al que se le consagro un proceso de mitificación y glorificación. Tovar nos describe cómo el secretario de la Academia Colombiana de Historia Pedro María Ibáñez, en su informe tras la muerte del general, infirió y resaltó las cualidades de Uribe Uribe: “Jurisconsulto eminente, hábil diplomático, guerrero, polemista incontrastable, periodista, orador, autor de libros, estadista insigne, la actividad creadora de su poderoso cerebro no reconoció límites” (Tovar, p. 125). Es así, como nos damos cuenta que este ejemplo de “piropo político” no solo buscaba destacar sus logros, sino también proyectarlo como una figura excepcional que representaba los valores ideales de la nación por ese entonces. Pero esa construcción de Uribe Uribe como un héroe no fue un acto aislado. El mismo Tovar nos señala que desde la misma Academia de Historia en conjunto con historiadores liberales, se tomaron la tarea de llevarle a una elevación casi divina, donde las comparaciones con los héroes más grandes de la historia, tanto nacional como internacional, estaban a la par.
Dicho esto, se puede apreciar que esa capacidad de influencia germinó en la creación de mausoleos, placas conmemorativas y monumentos, que se volvieron en una herramienta para perpetuar sus legados. Tovar menciona cómo se construyó un mausoleo para Uribe Uribe, el cual debía estar al lado de figuras como Santander y Murillo Toro. Es así que nos damos cuenta que este acto de inmortalización tiene el objetivo de asegurar que las futuras generaciones mantengan vivo el recuerdo de los sacrificios y virtudes, para construir ese imaginario patriótico que no se limita hacer monumentos y elogios fúnebres, sino que también incluye la consolidación del "mito del patriota". El cual está ligado a la idea de morir por la patria, lo que refuerza la narrativa de la guerra y el sacrificio como actos supremos.
MUERES COMO UN HÉROE O VIVES LO SUFICIENTE PARA VERTE CONVERTIDO EN UN VILLANO ¿QUÉ HAY DE CIERTO EN TODO ESTO?
Ese gran mito del patriota, según Tovar, tiene raíces en la Guerra de Independencia y se vino a extender a lo largo del siglo XIX y XX en Colombia. La imagen del héroe patriota no solo abarca a figuras como Bolívar o Uribe Uribe, sino también a quienes participaron en las guerras civiles y conflictos políticos. En este sentido, Tovar menciona que incluso en las guerras civiles del siglo XIX, esa figura patriótica se usó con fines políticos, para alimentar las narrativas de heroísmo y martirio que daban legalidad a los conflictos. Por consiguiente, el patriota se convirtió en un símbolo de lucha y sacrificio por la patria. La figura clave en la construcción de este mito fue la de Bolívar, a quien se le llega a mostrar en el texto como el héroe máximo de la nación. Bolívar, además de ser el "Libertador", se le añade un simbolismo solar que refuerza su imagen mítica. Tovar nos señala que “los veteranos de Carabobo, llevaban simbolizado el sol en forma de una escarapela amarilla en el brazo izquierdo”, lo que nos da entender que esta vinculación solar es un ejemplo de cómo las múltiples narrativas históricas juegan a mezclarse con las narrativas mitológicas, para crear una imagen poderosa y duradera del héroe. El proceso de mitificación de Bolívar, sin embargo, no fue algo que él mismo apoyara de manera explícita. Ya que Bolívar criticó la tendencia a divinizar a los líderes patriotas, afirmando que esa glorificación excesiva los alejaba de la realidad humana. A pesar de su rechazo y resistencia a ser diosificado, se convirtió en el eje central del imaginario patriótico colombiano, el cual es un modelo que no se sale como cual borracho de tienda al cerrar y que sigue influyendo en la forma en como se ve el patriotismo en el país.
ALGUNAS PALABRAS
Este texto nos deja en claro que, al mitificar figuras, la misma sociedad chibchombiana se ha pintado unos cóndores en el aire, basados en el sacrificio, el heroísmo y esa constante perpetua de mantener algunos valores que se consideran sagrados para unir lo social con lo político. No obstante, esta exaltación necrótica no solo refuerza esa identidad, sino que, al perpetuar un pasado idealizado, condiciona tanto el presente como el futuro, limitando la posibilidad de nuevas interpretaciones y perspectivas. Para concluir, me remito a un fragmento de la canción Los Dinosaurios de Charly García: “Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer”. Es curioso, pero alguna huevonada queda.