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"A la derecha no le voto":
Margarita Rosa de Francisco

Foto: Archivo Cromos
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Santiago Orozco Uribe

Universidad de los Andes

En un mundo de seres hambrientos de atención, a Margarita Rosa de Francisco le han llovido los reflectores. Siempre fue la flor más bella, la rubia despampanante, “una adorable criatura”, como definió Truman Capote a su amiga Marilyn Monroe. A los 19 años, cuando fue nombrada virreina en el Concurso Nacional de Belleza, enamoró a miles. Más tarde, a millones cuando interpretó a la Niña Mencha en Gallito Ramírez y a Gaviota en Café con aroma de mujer. Nunca pasó desapercibida: su rostro se multiplicaba en pantallas, portadas, calendarios, reportajes, en todo aquello que resaltara su hermosura y su encanto natural.

 

Pero detrás de esa fama se ocultaba una mujer sensible, inteligente y vulnerable, obligada a esconder sus profundidades humanas para no desentonar en el ambiente superfluo de las relaciones sociales, el entretenimiento y la farándula, donde todo son risas y vanidades. 

 

Hoy, con arrugas en la cara y la mente más serena, expresa sin temor sus opiniones políticas. Decidió salirse de ese molde dorado, pero estrecho y prefabricado, en el que encarnaba el papel trillado de la rubia tonta. Ella es, ante todo, una mujer libre. Y eso significa mucho en un país donde “los caballeros las prefieren brutas". Que sigan esperando, porque de bruta no tiene ni el pétalo de una Margarita ni la espina de una Rosa.

 

Pregunta. Usted ha sido muy activa en el progresismo de Gustavo Petro. ¿Cuál es su análisis de estos 32 meses de gobierno?


Respuesta. La sensación que tengo es la de estar en el momento preciso en que un tren que venía en el mismo carril, a toda velocidad y en una misma dirección (por muchas décadas), es detenido abruptamente en su marcha con la intención de hacerlo cambiar el rumbo. Si lo pensáramos desde la física, la imagen sería la de un estremecimiento de las estructuras de ese tren. Estamos viviendo el instante del sacudón, donde éste tiene que ver con un reconocimiento que una gran parte de la sociedad está teniendo de sí misma (hablo de aquellas ciudadanías históricamente excluidas). El presidente Petro propuso un proyecto de país a muy largo plazo que representa la necesidad urgente de transformarnos socialmente y sanar la desigualdad sobre la cual los gobiernos anteriores no han puesto una atención genuina.

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Foto: Ficcional

P. ¿No le parecen preocupantes los casos de corrupción, inseguridad, desorden e inestabilidad administrativa de este gobierno?

 

R. Es probable que sea cierto aquello de que la gestión ha sido insuficiente y desordenada, pero hay temas que jamás se habrían puesto sobre la mesa de no haber subido Gustavo Petro al “poder” (entre comillas, pues es evidente que el poder económico, por lo menos, no lo tiene él), como, por ejemplo, que los campesinos sean ahora sujetos de derecho (¿no es insólito que no lo hubieran sido antes?) y la justa devolución y titulación de tierras que les pertenecían; el desenmascaramiento del ––también histórico–– billonario desfalco al sistema de salud por parte de sus gestores privados; la dinámica abusiva y especulativa de las empresas energéticas, la conciencia del cambio climático, el desclasamiento de las aristocracias políticas con la presencia de Francia Márquez, de los ministros que “vienen de abajo” y del mismo Gustavo Petro. Estos son cambios nada despreciables, por sólo nombrar algunos, que indican una revolución en el corazón de la sociedad colombiana y que es incontenible. El tema de la corrupción es desolador y veo que es un componente de nuestra cultura, pues el mismo presidente no ha podido evitar que eso ocurra dentro de su familia y su mismo gobierno. Me llama la atención que el presidente no es millonario, ni propietario de tierras y fincas. Me parece que su anhelo por que los excluidos salgan de su sometimiento social, económico y político es sincero.

 

P. Por su experiencia como alcalde de Bogotá y actualmente como presidente una mayoría dice que Petro no es un buen administrador de la cosa pública. ¿El problema es el presidente o la izquierda como partido de gobierno?

 

R. Personalizar el problema en un individuo, en un partido o en una corriente ideológica me parece poco sabio. También hay que tener en cuenta los poderes fácticos contra los cuales se enfrenta el presidente y que evidentemente se le atraviesan. Los grandes zares de la banca, de la finca raíz, de la infraestructura vial, de las basuras, de las empresas de energía, es decir, de los monopolios que han logrado hacer fortunas administrando dineros públicos no pueden concebir que les vayan a quitar sus fuentes de oro. Ahora, debo aceptar que sí se percibe un desorden en cuanto al método de implementación del ideario del programa progresista, que no es sólo creación del presidente, sino de técnicos, académicos, líderes sociales y miembros de la sociedad civil; por eso creo que debemos seguir adelante educándonos como mujeres y hombres (y todos los géneros) de Estado y continuar apoyando los cambios que la sociedad colombiana pide a gritos, sin dejar de ser autocríticos y críticos del presidente Petro. De lo único que estoy convencida, por ahora, es que a la derecha no le voto ni con una pistola en la cabeza.

 

P. Usted ha respondido en varias entrevistas, cuando la postulan a ejercer cargos públicos o de elección popular, que no tiene la experiencia ni la formación para hacerlo. Y eso dice mucho de su responsabilidad. ¿Qué piensa de los candidatos presidenciales que sin tener formación ni experiencia van encabezando las encuestas?


R. Que son unos sinvergüenzas.

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Foto: La Biennale di Venezia

P. ¿Es suficiente que a una persona la conozcan masivamente para que se crea con el derecho a postularse como candidato presidencial?

 

R. Obviamente no. Una persona que quiere ser presidente/a tiene que haberse recorrido Colombia entera muchas veces y seguirlo haciendo. No sólo tiene que saber de administración pública; tiene que sentir el país, escuchar a su gente persona a persona y apreciar y sufrir los territorios desde la perspectiva de los abandonados por el Estado que, esperamos, sean cada vez menos. Ser presidente de un país debe ser algo parecido a ser un misionero voluntario, pues es preciso tener mucha entrega y una vocación de servicio muy profunda.

 

P. En respuesta a su última columna en El Tiempo, Luz Ángela Sarmiento, hija de Luis Carlos Sarmiento, señaló que “las difamaciones vulgares no serán toleradas nunca en este periódico”. ¿No cree que muchos periodistas se han autocensurado por temor a expresar “difamaciones vulgares” en contra de poderosos?

 

R. Claro que sí. Siempre me llamó la atención que mis compañeros columnistas nunca se refirieron al evento de mi despido de El Tiempo que fue bastante explícito. Todos muy callados.

 

P. ¿No ha temido perder esa hermosa imagen que tienen los colombianos de usted por causa de su activismo político?

 

R. Prefiero una imagen menos hermosa, pero sí más real.

 

P. En una de sus columnas, Antonio Caballero sacó en cara su trabajo como actriz para demeritar sus opiniones políticas. ¿Deben los artistas abstenerse de opinar y participar en política?

 

R. Todos tenemos una posición política. Es imposible que eso no sea así, pues somos seres políticos, pero también somos producto y constructo político, aunque nos creamos muy independientes y libres de decidir. Lo que sí requiere cierta temeridad es expresar esa postura públicamente. Se corren riesgos, desde luego. Nunca me he conformado con ser una figura para entretener. Me parece que, quienes así lo sintamos, nos manifestemos contra la distracción y contra los Caballeros que nos prefieren rubias. Pero también respeto a los anarquistas y a aquellos que no se desgastan interviniendo en público y que prefieren hacer lo suyo en espacios privados y pequeños. De ese modo también nos transformamos políticamente unos a otros.

 

P. ¿Por qué a los actores los critican tanto cuando participan en política y no a los ingenieros, abogados, contadores y médicos?

 

R. Esa pregunta me la he hecho mil veces. Tal vez es lo que te digo: nos asignan el rol de distractores, entretenedores, recreacionistas, animadores. Pero uno no tiene por qué acomodarse en esas etiquetas si le resultan insultantes, que es lo que me pasa a mí. 

 

P. Usted ha sido reina de belleza, actriz, cantante, presentadora, columnista, escritora, filósofa con una tesis laureada y hasta ebria permanente cuando hace de la Ranga. ¿Qué le falta por hacer?


R. Seguir estudiando.

ISSN: 3028-385X

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