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Carnavales y fieras de peluche

Foto: Jim Young/Reuters
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Andrés Felipe Carmona

Universidad de Caldas

Transferir los gustos originados en internet a una comunidad física es un proceso complejo y extraño de ver. Normalmente la estigmatización y los prejuicios pueden hacer que expresar los gustos sea una acción aterradora, en especial para aquellos que son más susceptibles a las críticas y comentarios malintencionados. Encontrar un espacio seguro en el cual expresarse con libertad es acogedor.

En esta marabunta de comunidades reunidas a través de gustos, conocidas popularmente como fandoms, el Furry fandom destaca por su extensión y por su estética tan característica. Visto desde fuera, el encontrar animales antropomórficos, actuando como personas y conviviendo en sociedad, puede no ser tan raro en las fantasías más caricaturescas, pero ver una botarga de tela peluche andando por la calle a plena luz del día llama la atención. Ahora, encontrar a varios sujetos reunidos, portando disfraces de animales, garras acolchadas, largas colas esponjosas y orejas adicionales de infinita variedad de fieras, con el único objetivo de hacer habilidades lúdicas para conocerse mejor y pasar un buen rato, puede llegar a ser desconcertante para personas que desconocen este hobby.

En las ciudades más grandes es más fácil encontrar estas pintorescas manadas. Sin embargo, en Colombia aún son una especie extraña. Guadalajara, Buenos Aires, Ciudad de México y Sao Paulo tienen comunidades y hábitats mucho más constituidos, llegando a realizar actividades multitudinarias conocidas como cons (abreviación de convenciones). Sin embargo, la actividad más común es llamada meets (o reunión, en inglés) normalmente de carácter gratuito, con el objetivo de generar comunidad al juntarse para hablar del tema afín: el gusto por los animales antropomórficos.

En Colombia, esta comunidad es un cachorro en comparación con lo que sucede en otros países. A finales de 2024, en Bogotá se intentó reunir a una gran cantidad de estos furrys, consiguiendo alrededor de cien asistentes. Aquel evento, visto desde dentro, fue una experiencia fascinante. Era como estar en una lupercalia moderna. Pequeños grupos, de distintos intereses, se juntaban para bailar, comerciar, performar, jugar y conocerse con la base de este interés común. Similar al carnaval más renacentista, varios artistas ofrecían su trabajo buscando nuevos mecenas, mientras se comerciaba con telas finas para hacer más disfraces de animales y comidas temáticas. Aunque no he pisado Venecia en la vida, puedo llegar a empatizar con esa embriagante sensación de fiesta carnavalesca que sucedía en ese lugar medianamente oculto.

Lastimosamente, el resto de ciudades, sobre todo las más alejadas de la capital, cuentan con la desventaja de tener pocas personas interesadas en este fandom. Muchos, aunque tengan el interés, desconocen los grupos locales, eso si llega a haberlos en primer lugar. Como lobos solitarios, se ven condenados a un ostracismo casi involuntario. Esto hace que crear comunidad sea bastante difícil.

En el año que llevo creando comunidad en el Eje Cafetero el número de furrys que hemos reunido ya llega a duplicarse. No empecé con este proceso en la región. Durante muchos años pensé que había contado con la pequeña fortuna de haber encontrado a la única persona con mis gustos en la ciudad. Tras enterarnos de que había una veintena más, la intención de hacer una comunidad más fuerte fue lo que me inspiró a generar más momentos comunitarios. Cómo retrata H-P Lehkonen en varias de sus historietas, crear comunidad comienza por juntar a las personas, hacer que se conozcan, que convivan y que puedan saber que hay otros como ellos, generando puntos comunes.

Pero, ¿acaso una comunidad más grande no trae mayores problemas? Para un fandom que ha servido de refugio para colectivos LGBT, artistas alternativos y ligada tanto al herotismo, la sensualidad y el material explícito, convivir en el furry fandom puede ser tanto cómodo como angustiante, y cuando conviven tantas personas juntas no puedes evitar verle las orejas al lobo al saber que inevitablemente los conflictos llegarán.

No hay sensación más liberadora para mí que ver cómo podemos ponernos las garras, calarnos las colas y vestir las enormes cabezas de animales y salir a divertirnos, encarnar el alter ego y simplemente ser uno mismo a través de una estética común, siempre sabiendo que, pequeña o grande, una buena manada se mantiene unida.

ISSN: 3028-385X

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