Desde hace varios años el Concejo Distrital de Cartagena ha ensayado planes para combatir la explotación sexual de menores, la trata de personas, el turismo sexual, la inseguridad y el tráfico de drogas. Esto enfrenta varias chochadas dentro del burdel distrital, porque así como se habla y se trata a las putas de la Torre del Reloj, también se habla del burdel de falso relieve que sostiene la Casa Violeta en el centro histórico de la ciudad.

 

Para muchos, toda la administración gubernamental del distrito bolivarense ha sido solo un turno de ruleta a ver quién desplaza mejor el problema. Juegan con el presupuesto como si de sello o cara se tratara. 

 

Las acometidas de Dumek se alejan de todo reconocimiento sobre las personas afectadas por su plan “Titán 24”, empezando con que el turismo sexual  representa entre el 7 y el 14% del PIB del presupuesto del Distrito, siguiendo con el desconocimiento de los DD.HH de las trabajadoras sexuales y terminando con la revictimización de las personas que en su mayoría se dedican a estas actividades. 

 

Entonces, ¿cómo es que se habla de reparación y no repetición cuando la administración cartagenera ha venido revictimizando a las más de tres mil prostitutas que merodean bajo las luces neones y amarillas de las calles coloniales del corralito de piedra? Acaso por dejar de ser violentadas por la pobreza, sino ahora directamente por el Distrito, ¿ya se deja de llamar violencia?

 

Aquí, señores, hay una evidente discriminación de la libre escogencia de profesión u oficio, y, como dije antes, no hay distinción entre ser concejal o ser puta en Cartagena.

 

No se puede alabar el supuesto esfuerzo que hace el Distrito por desaparecer el problema, como si del mejor postor se tratara, cuando al momento de plantear el debate acerca de la explotación sexual de menores y la lucha antidrogas calla si la plata se lo ordena