Agosto 2025
Edición N°11
ISSN: 3028-385X
Del abismo a la reconstrucción

Jacobo Castelblanco
Universidad Estadual de Santacruz
En los últimos años, América Latina ha sido escenario de fuertes sacudidas económicas. La inflación global, los efectos postpandemia, las crisis fiscales y los choques externos llevaron a muchos países a tomar una decisión: o actuar con decisión, o resignarse a prolongar su inestabilidad. En este contexto, los casos de Brasil y Colombia son ejemplos contrastantes, pero perfectamente ilustrativos, de cómo la política fiscal y monetaria pueden ser cruciales o no en la recuperación económica.
Brasil, con su histórica volatilidad fiscal, ha sorprendido con una relativa solidez macroeconómica en los últimos años. A pesar de los desafíos estructurales que ha enfrentado y la complejidad de su sistema político, el país logró controlar la inflación con una agresiva política monetaria que llevó su tasa Selic a un máximo de 13,75% en 2022, evidenciando cómo el Banco Central actuó con independencia y firmeza, enviando una señal de confianza a los mercados. Al mismo tiempo, aunque la política fiscal aún enfrenta tensiones, se han realizado esfuerzos por contener el gasto y mejorar el marco de responsabilidad fiscal. El resultado: una inflación en descenso, crecimiento moderado pero estable, y una percepción de mayor previsibilidad institucional, lo cual brinda más confianza y hoy es valorada por inversionistas y analistas internacionales.
Colombia, por su parte, también experimentó una presión inflacionaria significativa, con un pico cercano al 13,25% en 2022, y respondió con una política monetaria restrictiva. El Banco de la República elevó su tasa de interés de manera progresiva hasta alcanzar el mismo nivel de 13,25%, con el objetivo de frenar el alza de precios. Estas medidas, si bien generan dificultades en el corto plazo, ayudaron a moderar la inflación hacia finales de 2023. No obstante, el manejo fiscal ha estado más tensionado. La presión social, la necesidad de atender demandas históricas y un contexto político transformador han impulsado reformas fiscales de impacto aún incierto.
Lo interesante de esta comparación no está únicamente en los números, sino en las lecciones políticas que ofrece. Brasil, incluso en medio de un cambio de gobierno, logró mantener un objetivo técnico y prudente en el manejo del dinero y el gasto. Colombia, en cambio, ha evidenciado tensiones entre el discurso político y la sostenibilidad macroeconómica, generando momentos de incertidumbre entre agentes económicos.
Hoy, ambos países parecen estar saliendo del túnel: la inflación es flexible, la moneda se estabiliza, y las expectativas son mejores. Sin embargo, las rutas que tomaron para llegar allí son distintas. Brasil apostó por una política monetaria ortodoxa y por preservar cierta disciplina fiscal, aún con desafíos sociales pendientes. Colombia, más presionada socialmente, ha intentado equilibrar su forma de actuar entre lo técnico y lo popular.
La gran pregunta que queda en el aire es: ¿cuál de los dos modelos será más sostenible en el largo plazo? ¿La firmeza técnica brasileña o la búsqueda de equilibrios sociales del modelo colombiano? Tal vez la respuesta no esté en elegir uno u otro, sino en encontrar una síntesis que combine disciplina macroeconómica con justicia social. América Latina necesita gobiernos capaces de pensar con cabeza fría y conciencia económica y social, aun en medio de tiempos de crisis. Porque en esta región, la economía no solo es una cuestión de cifras, sino de vidas.