Si bien no estamos enfrentando una dictadura oficial, hoy en día Colombia atraviesa una crisis que la perfila como una nación al borde de un régimen autoritario. La ola de inseguridad se extiende por todo el territorio, con más del 50 % de los grupos armados fortalecidos, más de 300 mil hectáreas de coca sembradas y un evidente abandono estatal hacia los campesinos en las zonas rurales.

Podría decirse que algunos aspectos marchan bien, pero ni siquiera eso logra equilibrar la situación. Si analizamos los pilares fundamentales del gobierno del “cambio”, observamos que se prometió acceso al agua potable, y, sin embargo, más de 390 municipios carecen de este servicio básico. También se habló de reducir el hambre infantil, pero la realidad es desoladora: más de 1000 niños han muerto en este mandato a causa de la desnutrición. En cuanto a la tan anhelada “paz total”, lo que encontramos es un incremento del poder de los grupos armados en más del 50 %.

No estamos eligiendo a un participante de reality, estamos decidiendo el rumbo del país. Necesitamos un líder con carácter, capaz de imponer mano firme frente a la corrupción, la inseguridad y la impunidad. El porvenir de nuestra nación es claro, y se refleja en un dirigente que ha demostrado resultados concretos: Abelardo de la Espriella. Un empresario que ha alcanzado el éxito en el ámbito privado y que, con ello, ha probado su capacidad para conducir a una Colombia que, en muchos sentidos, se encuentra al borde de la quiebra.

Firme por la patria.