La generación de la inmediatez

Vanessa Tibaduiza
Universidad Minuto de Dios
El sentido del tiempo desaparece en una
sociedad que solo quiere el instante.
-Anónimo
¿En qué momento empezamos a confundir rapidez con éxito?
Las redes sociales nos acostumbraron a recibir recompensas inmediatas, a sentir que todo lo valioso debe verse, medirse o compartirse. Si subimos una foto y no obtiene likes, la borramos. No soportamos ni dos minutos sin respuesta, ni un proceso que no muestre resultados inmediatos. Queremos alcanzar metas sin comprender el esfuerzo, el sacrificio y la disciplina que eso implica.
Nos hemos dejado consumir tanto por las pantallas que ya ni siquiera disfrutamos del camino. Vivimos más pendientes de grabar el momento que de vivirlo. Lo triste es que la generación de la inmediatez no solo perdió la paciencia, sino también la verdadera importancia de las cosas.
Queremos todo enseguida y normalizamos el amor en una historia de Instagram. Buscamos la felicidad en una compra y cuando algo no nos llena o no llega tan rápido como esperamos, lo descartamos. Así, con la misma facilidad con la que deslizamos la pantalla, cambiando metas, personas o incluso ideales.
Esta búsqueda constante de lo inmediato nos ha hecho olvidar el valor de sentir y del proceso. Nos cuesta esperar porque confundimos la calma con pérdida de tiempo, incluso solemos usar constantemente frases como: todo debe ser rápido, fácil o inmediato. Queremos relaciones instantáneas, comidas listas en segundos y respuestas al instante y, cuando no llegan, sentimos que algo anda mal y ese es el mayor reflejo de la incapacidad de tolerar las pausas.
La espera nos incomoda, como si no hacer algo fuera fracasar. Sin tener en cuenta que lo verdaderamente valioso e importante, aquello que construye carácter, propósito y sentido, se crea poco a poco, se cocina a fuego lento. Nadie se vuelve sabio, fuerte o exitoso en una noche.
Quizás debamos aprender a esperar, a disfrutar los procesos sin necesidad de mostrarlos ni buscar validación. Darle la debida importancia al tiempo y disfrutar el momento, aquel que se vive con sentido, donde uno puede detenerse, reflexionar y construir algo duradero.
Porque al final no se trata de correr más rápido, sino de entender hacia dónde queremos ir. Tal vez hemos confundido la prisa con el progreso y en el intento resultamos corriendo detrás del tiempo olvidando vivir. Quizás la verdadera revolución de esta generación sea, precisamente, saber esperar, sin presión alguna, disfrutando el instante. Porque nos hemos dejado consumir tanto por las redes que olvidamos consumir la vida misma.



