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"La humanidad no ha hecho nada"

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Valentina Patiño Valencia

Escuela Superior de Administración Pública

Una tarde cualquiera sostuve con mi amigo una de esas charlas sin rumbo fijo —más por distraernos que por resolver el mundo— cuando él, con esa seguridad que se confunde con sabiduría, afirmó que “la humanidad no ha hecho nada”. Yo le respondí que no estaba de acuerdo, y aunque me hubiese encantado debatir y escuchar su punto de vista, la conversación se disolvió antes de llegar al fondo, como suele pasar cuando aparece una idea, de esas que incomoda nuestras certezas; eso, o quizá por falta de ganas de discutir, pues hablar sobre “la humanidad” no compite con las urgencias de un jueves cualquiera.


Y fue aquel eco interrumpido —que quedó suspendido en el aire, como si esperara ser pensado del todo—, lo que me llevó a preguntarme si, en realidad, la humanidad ha hecho algo o si solo nos hemos movido en círculos.


Pensamiento tras pensamiento, durante el resto del día, me llevaba a la misma conclusión, esa en donde no podía estar más en desacuerdo con su afirmación, pues negar las huellas de lo que hemos sido sería como negar que alguna vez caminamos; en el fondo, sería negar lo que nos hace humanos.


Vista desde la distancia —o desde la curiosidad que me dejó aquella efímera charla— la historia humana, más que una línea ascendente de logros, parece un intento perpetuo por entendernos a nosotros mismos. Hemos buscado sentido en lo histórico, en lo político, en lo científico e incluso en el error; tropezamos, aprendemos, desaprendemos y volvemos a empezar, como si lo que nos definiera no fuese el avance, sino, tal vez, la terca necesidad de la insistencia.


Somos aprendices constantes de la insistencia del pasado:


Aquella, donde encendimos el fuego y creímos iluminar nuestros caminos, como si una chispa bastara para dominar los misterios del mundo.


Aquella, donde el deseo de encontrar nuestro propio ritmo, nos llevó a dibujar el movimiento sobre la tierra, y en su giro aprendimos que moverse también podía ser una forma de permanecer.


Aquella, donde comprendimos que el tiempo habita en las palabras y escribimos para que la memoria no se extinguiera; sin contar con que al guardar el pasado también aprendíamos a perder el olvido.


Aquella, donde abrazamos lo invisible, buscando prolongar el alcance de nuestras manos, y comprendimos que toda fuerza que intentamos contener, tarde o temprano, termina por habitarnos.


Pero entonces ¿hemos hecho algo o no hemos hecho nada?

—Quizá no tanto como creemos, ni tan poco como parece—.


Con el fuego danzamos, con el fuego celebramos, se volvió nuestra herramienta, nuestra promesa, nuestro hogar; pero nunca fue “nuestro”. Creímos que nos obedecía, sentimos que nos pertenecía, nos dejó la ilusión de moldearse a voluntad, aunque, en esa aparente docilidad, en realidad nos mostraba que el poder y el peligro pueden arder en la misma llama.


Con la rueda viajamos, con la rueda conquistamos distancias, se volvió nuestro impulso, nuestro rastro, nuestro horizonte; pero nunca giró sólo para nosotros. Creímos que avanzábamos, sentimos que el mundo se abría a nuestro paso, sin notar que mientras rodábamos sobre la tierra, también ella giraba con nosotros.


Con la palabra nombramos, con la palabra creamos, se volvió nuestro refugio, nuestro eco, nuestra herida; pero nunca estuvo del todo en nuestras manos. Creímos que decir era poseer, que nombrar era entender, sin advertir que a veces es la palabra la que nos pronuncia, la que nos piensa, la que nos recuerda.


Con la energía soñamos, con la energía ascendimos, se volvió nuestra fuerza, nuestro orgullo, nuestro espejismo; pero nunca fue nuestra conquista. Creímos haberla entendido, haberla encerrado en fórmulas, sin notar que en su flujo a lo mejor aún late la misma pregunta que encendió el primer fuego.


Tal vez no hemos avanzado tanto como creemos, ni permanecido tanto como tememos.


Quizá solo hemos girado, una y otra vez, pero en cada vuelta algo permanece; una chispa que se niega a apagarse, una palabra que resiste al silencio, una pregunta que no deja de buscar respuesta.


Y si eso es todo lo que hemos hecho —persistir en el intento—, tal vez no sea tan poco.


Quizá incluso mi amigo, en silencio, podría reconocerlo.

ISSN: 3028-385X

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