Mariposas blancas

Mariana Duarte Usme
Universidad Javeriana
Me encontraba en mi casa como a eso de las 11 de la noche trabajando desmesuradamente con la mente en la luna de aquella noche.
Recuerdo tener la ventana entrecerrada, mi cabello enredado y mis ojos ya cansados frente a el papel.
De repente, una mariposa blanca entró.
Comenzó a darle vueltas al candelabro de mi sala, y de mi cabeza sin saberlo.
Mis notas se distorsionaron hasta convertirse en un diseño de mis memorias pasadas. Comencé a observar el papel derritiéndose frente a mi y la mariposa blanca inmóvil en una esquina de la mesa.
Sentí tal impotencia, que se apagaron todas las luces de la casa.
Al frente mío se encendió una vela y aunque no lograba observar casi nada, la mariposa blanca quemó sus alas en mi horizonte.
Sin saber qué hacer, acerqué mis dedos hacia sus alas ya carbonizadas, y en ese preciso momento la luz regresó.
La mariposa había desaparecido y mis ojos se agrietaron observando el reloj.
Después de esa noche dejé de buscar entre el cielo estrellado la luna, y comencé a buscar entre mi enigmática casa una mariposa blanca, con las alas ya desgastadas.
Una mariposa blanca que me invitara a derretir mis ojos.



