top of page

Censurar la magia

Foto: Jordi Belver / La Vanguardia
Samuel Sanabria.jpg

Daniel Steban Cuadros

Universidad Libre

Hace unas semanas, varios distritos escolares de Estados Unidos incluyeron Cien años de soledad en la lista de libros prohibidos por “contenido sexual inapropiado”. La noticia pasó casi inadvertida entre titulares de política y guerra, pero encierra un símbolo poderoso: el miedo a la imaginación sigue vivo.


Es indignante —y profundamente revelador— que un escritor como Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura y voz universal de América Latina, sea censurado en pleno siglo XXI. Resulta irónico que un país que presume de libertad de expresión le tema a un libro, mientras la violencia y el racismo se exhiben sin pudor en la televisión.


Censurar a García Márquez no es solo vetar una novela: es borrar una parte de la identidad latinoamericana. Es intentar arrancar las flores amarillas del viento, silenciar a Aureliano Buendía, negar la existencia de Macondo. Porque Cien años de soledad no es solo un relato: es una memoria colectiva, una advertencia sobre la soledad de los pueblos que olvidan su historia.


Detrás de esta censura hay algo más profundo que una preocupación moral: el miedo al pensamiento crítico. Los grandes libros no están hechos para protegernos de la realidad, sino para confrontarla. García Márquez no escribió para escandalizar, sino para recordarnos que lo mágico puede ser político, que el amor puede ser resistencia y que incluso la fantasía puede denunciar la injusticia.


En un país donde los niños aprenden a usar armas antes de entender un poema, censurar la literatura es una hipocresía dolorosa. Los libros no corrompen: despiertan. Y eso, precisamente, es lo que incomoda a quienes prefieren mentes dóciles.


Quizás temen que un joven estadounidense, al leer a García Márquez, descubra que existe otro modo de ver el mundo: uno donde la lluvia dura cuatro años, donde la memoria se enferma, donde los muertos regresan a conversar con los vivos. Temen que, al leerlo, se enamore de la verdad poética y empiece a dudar de la versión oficial de la realidad.


Pero la literatura —como el amor y la memoria— siempre encuentra la forma de escapar. Los libros prohibidos se vuelven tesoros ocultos, leídos a escondidas, compartidos en susurros. Y así, mientras unos intentan borrar a García Márquez de las aulas, otros lo siguen leyendo bajo la sombra de un almendro, donde todavía sopla el viento de Macondo.


Cada vez que se prohíbe a García Márquez, se silencia un poco la voz de América Latina: esa que habla entre mariposas amarillas, dictadores, amores imposibles y pueblos que se niegan a morir.


Porque la censura siempre llega tarde.

Cuando un libro ha tocado un alma, ya es imposible borrarlo.

ISSN: 3028-385X

Copyright© 2025 VÍA PÚBLICA

  • Instagram
  • Facebook
  • X
bottom of page