Cinemateca La Tertulia: un faro contra la monotonía cinematográfica

Foto: El País

Carlos Sánchez Paz
Universidad Javeriana de Cali
En medio del abrumador dominio de las pantallas comerciales, donde las carteleras parecen competir por cuál ofrece el mismo argumento reciclado con efectos más brillantes, existe un espacio en Cali que se atreve a ir contra la corriente: la Cinemateca del Museo La Tertulia. Este no es solo un lugar para ver películas; es una ventana abierta al mundo, una trinchera cultural, un punto de encuentro donde la mirada se educa, se expande y se sacude.
En la Cinemateca no es raro encontrarse con títulos daneses, noruegos, iraníes o franceses, muchos de ellos recién salidos del horno de festivales internacionales. Es allí donde el cine, en su acepción más honesta y arriesgada, tiene cabida. También es donde se multiplica la experiencia fílmica: no solo se proyecta la película, sino que se abre el diálogo con quienes la hicieron posible. En eventos como el Festival Internacional de Cine de Cali, y aun por fuera de su calendario, el público ha tenido la posibilidad de escuchar a las voces que están detrás de las cámaras, abriendo conversaciones necesarias sobre lo que significa narrar el mundo desde los márgenes.
Lo valioso de la Cinemateca no radica únicamente en su oferta de cine que muchos catalogan como independiente o alternativo en algunos casos. Dicho eso, es cierto y necesario agregar que se ha posicionado como un espacio de resistencia frente a lo más burdo del cine comercial, también entiende que el cine, en su diversidad, no debe cerrarse a lo popular. De hecho, en su cartelera también es posible encontrarse con la última superproducción de Hollywood, si esta tiene algo que decir o si se encuentra nominada a los Premios Óscar. Lo que la diferencia, especialmente, es su criterio curatorial, su apuesta por la calidad estética y narrativa, y su capacidad de darle al espectador más opciones, más matices, más mundos posibles.
Esta pluralidad contrasta con la desoladora repetición que sufre el cine nacional en las “salas convencionales” de ubicadas en un centro comercial. Para nadie es un secreto que, cada año, una productora nos “regala” una nueva comedia insípida en la que el único cambio consiste en el lugar al que viajan los personajes durante unas vacaciones. Las dinámicas se repiten, los chistes envejecen antes del segundo acto, y lo más grave: la distancia con la realidad del país se vuelve cada vez más obscena, completando quince años en esa desdichada dinámica. En cambio, la Cinemateca ha apostado por exhibir películas como Malta, La Suprema y tantas otras que, sin aspavientos ni grandes campañas publicitarias, han logrado dibujar con honestidad y precisión la idiosincrasia colombiana con una fidelidad fascinante. Y eso no es poca cosa.
En un país donde las narrativas oficiales están dominadas por ese tránsito tan desgastado entre la risa fácil o el drama prefabricado, hasta llegar a abusar del uso del hiperrealismo, espacios como la Cinemateca La Tertulia no solo resisten, sino que iluminan. Nos recuerdan que el cine también puede ser un acto de pensamiento, una experiencia estética profunda, una forma de conversación con nosotros mismos y con los demás.
Afortunadamente, en Cali, cuna del cine nacional, todavía queda una sala que entiende que ir al cine puede ser algo más que pasar el rato.



