Marchamos “full”, votamos “cero”: la hipocresía del activismo de sofá

Foto: Juan Carlos Torres / NurPhoto

Carol Daniela Castro
Universidad Minuto de Dios
Hoy en Colombia, y en gran parte de América Latina, tenemos un gran problema de activismo emocional. Tanto así que los estudios del Latinobarómetro muestran que solo a un tercio de los jóvenes (28 % aproximadamente) la política les interesa "mucho" o "bastante", mientras que a un tercio (38% aproximadamente) reporta que no les interesa "nada". Según Opinión Caribe, el 54 % de los jóvenes colombianos declaró que “no sabe” que tiene poder de decisión política. Y como juventud tenemos el deber de empezar a preocuparnos más allá de una protesta. Se trata de una acción real en las urnas.
Esto no es apatía. Es desconfianza. El joven no es apático, es selectivo. ¿Por qué canalizar la rabia en la calle, pero no en la urna? Porque el sistema es "adultocéntrico", ineficaz, y los partidos políticos no los representan en su gran parte (Universidad del Rosario, 2023). La desconfianza en el sistema se traduce en apatía electoral, no en desinterés por los problemas. Colombia siempre se ha visto afectada por dos bandos: la izquierda y la derecha. Nos han convencido de que solo hay dos camisetas, dos bandos, dos trincheras. Y esa simplificación es el caldo de cultivo perfecto para el amarillismo político, que florece con más de 100 precandidatos buscando la presidencia en 2026.
La retórica actual nos obliga a elegir entre dos opciones emocionales. Pero la verdad es que la división extrema es, en sí misma, una táctica de distracción.
1. La falsedad de la izquierda: Prometen la "ruptura" o el cambio total. Nos venden la idea de que con solo su llegada al poder, el viejo sistema colapsará y nacerá uno nuevo. Pero la realidad es que el poder es inercia: una vez en el gobierno, la "izquierda" se enfrenta al déficit fiscal, a los límites presupuestales y a la necesidad de hacer pactos con la misma clase política que prometieron destruir. La falsedad es creer que la ideología pura es más fuerte que la realidad económica. La izquierda busca destruir el sistema capitalista, pero les falta radicalidad. Como en Cuba, cuyo país está destruido no a causa del comunismo o el socialismo, sino a causa de algo que también nos tiene enfermos hace años: la corrupción (debido a la ausencia de mecanismos de control democrático y de rendición de cuentas). Si las izquierdas no se radicalizan, será lo mismo de siempre, o peor.
2. La falsedad de la derecha: Prometen la "seguridad" y la "eficiencia" del modelo anterior. Nos venden un orden que nunca fue perfecto, y nos recuerdan el miedo al caos. Su falsedad radica en ignorar la nueva agenda social (clima, género, derechos etc.) y creer que los problemas de la juventud se solucionan solo con mano dura o crecimiento económico. Venden estabilidad, pero ignoran la indignación que generó el estallido social. En Colombia hoy la derecha es violenta y su violencia nos vende seguridad, cuando en un país como Colombia, donde llevamos años de violencia, vender seguridad es paramilitarismo, no legalidad vestida de justicia. Siempre hemos visto el monopolio del poder, apellidos, personas muy ancianas que no sueltan el poder, manipulación a la juventud para usarlos de peones y que lleguen los mismos al poder pero no la nueva generación, sin mencionar cosas más abruptas en Colombia, heridas hondas que han dejado y de las cuales para el otro año tememos abrirlas más.
Si la juventud colombiana fuera un país, sería una potencia de la indecisión. Estudios como el de la Universidad del Rosario nos recuerdan la cruda verdad: aunque un rotundo 69 % de los jóvenes tiene la intención de votar, un impresionante 65% de ellos no sabe aún por quién hacerlo.
¡Actúa! La política te toca todos los días el salario, tu estudio, tu canasta familiar, lo que compras, TODO.
Estudias cinco años, hablas dos idiomas, y tu primer sueldo no te alcanza para pagar el arriendo. Esa no es tu culpa, es el diseño de un Modelo del Cáncer Social que se alimenta de tu precariedad. Te quieren pobre para mantenerte ocupado sobreviviendo y que no pienses en cambiar a los dueños del país, ¿entonces para qué marchar? ¿Para qué molestar a mis jefes? ¿PARA QUÉ? Eso justamente es lo que quieren que digas “yo no marcho, yo produzco’’, nos venden la falsa dicotomía del “menos peor”, pero el verdadero enemigo es el amarillismo que te grita titulares que no tienen nada que ver. El sistema de las élites extractivas no teme tu protesta en la calle; teme tu voto estratégico en la urna.
¿Quieres desmantelar la Máquina de la Desigualdad? Abre el plan de gobierno. Debes investigar: ¿Cómo planea el candidato A reformar el sistema de pensiones? (es decir, ¿cómo piensa usar tu futuro dinero?). ¿Quiénes son sus donantes de campaña? (Es decir, ¿quién le dictará las leyes a la Élite de Siempre?). La indignación es el combustible, pero el voto informado es el martillo para romper las cadenas de este sistema. Un joven que vota con conocimiento no sólo está eligiendo un presidente; está imponiendo sus prioridades (vivienda, clima, justicia social) sobre los intereses de los beneficiarios del estancamiento. Deja el activismo de sofá, porque tu pasividad es la cómplice silenciosa de la explotación que tanto detestas.
Dejemos de ser peones en el juego de la bipolaridad. El verdadero activismo, más allá de gritar un eslogan, es hacer la tarea que quieren que evites: investigar.
¡Basta de activismo de sofá! La calle nos dio rabia y esa misma nos debe llevar a la investigación. Escucha los debates con los candidatos presidenciales, aprende a tener sentido crítico, crítica y aprende a juzgar justamente también al candidato con quien simpatizas. La Máquina de la Desigualdad solo se detiene si los 5.796.705 millones de jóvenes colombianos actúan (DANE, 2025). ¿Vas a ser cómplice, o vas a ser la fuerza que, por fin, se organiza?



