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Un poeta, una reseña

Foto: Un poeta (Simón Mesa Soto)
Samuel Sanabria.jpg

Nicolás Echeverri Martínez

Universidad de Antioquia

Hace aproximadamente un mes que pude ver Un poeta, película de Simón Mesa Soto que, desde su estreno hasta hoy —espero— ha estado en boca de todos. Que si la película fue un éxito en el Festival de Cannes, que si va a representar a Colombia en los Óscar, que si le ha ido muy bien en taquilla… y todos los comentarios optimistas que puedan surgir alrededor de una película colombiana que proponga algo diferente a una historia protagonizada por un comediante o personaje de Sábados Felices haciendo el ridículo en el extranjero, y confirmando el complejo de inferioridad del colombiano. Y ciertamente, fue complicado no prestar atención a Un poeta el ruido que la producción hizo en redes colaborando con creadores de contenido, sumado a los videos del carismático Ubeimar Ríos actuando como su personaje, Óscar Restrepo, de manera tan comprometida, que lograba que uno como espectador se preguntara si esto era una historia real o no. Desató un interés general por la película de Simón Mesa Soto que prometía, por lo menos, una calidad de producción bien cuidada.


Un poeta cuenta las desventuras de Óscar Restrepo, un hombre ya por los 50 años graduado del pregrado de historia de la Universidad de Antioquia, el cual alguna vez soñó con ser un reconocido poeta colombiano, a la altura de su gran referente José Asunción Silva. Sin embargo, eso parece haber quedado atrás. A pesar de que anteriormente Óscar logró publicar dos poemarios, estos nunca fueron muy vendidos. El alcoholismo y sus malas decisiones parecen haberle ganado su batalla por la vida, y ahora no es más que un desempleado quien vive con su madre, tiene una hija por quien no responde de ninguna manera y espera el retorno de unas supuestas inversiones, que no fueron más que una estafa. Hasta que, con ayuda de su hermana, consigue un trabajo, el cual desprecia, como profesor de colegio, donde conoce a Yurlady, una joven promesa de la poesía, la cual Óscar pretende guiar como un nuevo propósito de vida. Sin embargo, toda esta mentoría no termina sino en una desventura más. En esta reseña, no pretendo decir lo que ya mucho se ha dicho sobre la película ni mucho menos develar un secreto o subtexto escondido que nadie más conoce. En realidad, solo pretendo emitir una opinión que pueda aportar algo a la conversación alrededor de Un poeta, y, si es posible, rescatar el mensaje esperanzador de la película, al mejor estilo de Óscar intentando escribir un poema feliz, hacia el final del filme.


Una de las conversaciones que más han surgido gracias a la película ha sido la ansiedad o el sentimiento de zozobra y vacío que esta ha causado entre los que estudiamos humanidades, letras, artes o cultura. Pues la película per se no parece augurar un panorama positivo para ninguna de estas ocupaciones. El gremio está lleno de hipócritas y vendidos, quienes parecen ser los únicos con una opción real para triunfar en este entorno. Esto se puede evidenciar fácilmente en el personaje Efraín, un pseudo poeta con ínfulas intelectualoides, el cual dejó de sentir su poesía y literatura hace mucho tiempo, para producir para el extranjero y monetizar la miseria y las problemáticas de su país hablando vagamente del conflicto armado, la desigualdad y otro montón de causas sociales con las que Efraín no está involucrado en realidad. Y, por si fuera poco, el exitoso poeta no dudó en encarnar la mítica frase de Borges, sobre quienes menos sienten la poesía se dedican a enseñarla. Pues en efecto, Efraín tiene un grupo de poesía en el que dice enseñarle a jóvenes desinteresadamente, sin embargo, nada más alejado de la realidad. El poeta no hace nada esto por un desinterés genuino, lo hace para alimentar su narcisismo bajo una capa de falsa nobleza, para pavonearse libremente frente a quienes son más ignorantes y tienen menos experiencia que él en el tema. Y de ser posible, enamorar a alguna joven admiradora con falsa imagen de escritor bohemio. Probablemente el último argumento que ratifica todo esto se da en el momento en que Efraín le dice a Óscar ser el peor poeta que ha conocido, no por la calidad de sus versos ni la falta de cuidado de su métrica, sino por motivos completamente ajenos al tema: por no dejar que Yurlady, una niña, y su familia pidieran perdón por algo de lo cual no solo no eran culpables, sino víctimas.


Personas como Efraín —dispuesto a ensuciar sus manos, pasar por encima de los demás y comprometer su dignidad o la calidad de su obra— son las que alcanzan a percibir algo de dinero y reconocimiento con su oficio y arte, según la película. Los demás, bien pueden estar detrás de ellos, entrar en sus afectos y con algo de nepotismo conseguir un puesto o algún trabajo de medio pelo con quien sabe qué remuneración y condiciones de trabajo. O bien pueden ser como Óscar, lejos de ejercer en su campo, frustrado en la docencia, y eso con suerte. Visto de esta manera, es desalentador, normal sentir Un poeta como una declaración pesimista para un montón de carreras para las que la sociedad colombiana parece ya no tener un hueco.


Sin embargo, como mencioné anteriormente, me gustaría proponer una visión algo más optimista a todo esto, dar vuelta a la angustia y la ansiedad que ha despertado la película y convertirla en una reflexión algo más esperanzadora, y ojalá en un polo a tierra, con el personaje de Óscar. Son muchísimas las ocasiones en las que en la película se menciona la prometedora o al menos tranquila vida a la que Óscar apuntaba. Antes de todas las tragedias por las que el personaje ha pasado, se menciona que daba clases en una universidad, trabajo que al parecer le agradaba más; en palabras de su hermana era todo un profesional, fue galardonado en varias ocasiones y como le dijo el comercial Efraín: en el pasado logró escribir cosas buenas, hasta que un buen día dejó de hacerlo y todo se impulsó se perdió. Es decir, Óscar no está en su situación por estudiar historia o querer dedicar su vida a la poesía, la situación de Óscar es únicamente su culpa, él fue el único autor de sus malas decisiones. Además, como explica Ubeimar Ríos, quien abrazó tan bien el papel de Óscar, el rasgo que más le frustraba del personaje era lo pusilánime que era durante toda la película, pues no buscaba soluciones a las adversidades que le sucedían, y nunca se anima a mostrar el nuevo material que escribía, explica Ríos. Además, Óscar proyectó todas sus aspiraciones y sueños en una niña, lo cual tampoco cambiaría mucho su situación actual en el futuro. La realidad es que Óscar cayó en una constante autocompasión y autodestrucción, que hicieron que sus familiares y amigos se rindieran con él, como es lógico, y le dejaran jugar solo a su papel de poeta trágico poeta deprimido. Por supuesto hay matices en la película, Óscar no es mala persona, de hecho, es alguien actúa desde sus buenas intenciones, con muy mala suerte. Sin embargo, eso no justifica sus decisiones impulsivas, producto de su terquedad pasional. El mejor ejemplo de esto es lo mal que llevó la situación con Yurlady, su estudiante, a quien decide llevar a las clases de poesía saltándose el conducto regular del colegio y sin explicar bien a su familia lo que estaba haciendo. Lo cual le trae consecuencias a posteriori. O su mal comportamiento cuando está ebrio, ya que alega tan irascible, al punto de cometer agresión sexual contra jóvenes miembros del colectivo de poesía, y no recordarlo. Finalmente, Óscar no es sino una persona con conductas socialmente inapropiadas, víctima de una depresión, la cual, si bien no es su culpa, sí es su responsabilidad. Una de las muchas de las que no se hace cargo. Sin embargo, estudiar historia y ser poeta solo es una coincidencia en medio de sus desgracias, no la causa de todas ellas.


Por supuesto, Un poeta no es una película perfecta, en realidad, todo el tema alrededor de desmeritar o ridiculizar un poco ciertas luchas o movimientos feministas es bastante cuestionable, no solo por aquella escena paródica y ridícula de la chica bailando por las que ya no están, sino también por el esfuerzo en blanquear la imagen de Óscar. Pues la película parece querer decir por momentos que existen casos como el del protagonista en la vida real y quiere compadecerse de ellos mostrando todo el martirio por el que el personaje debe pasar. Sin embargo, y vale la pena decirlo nuevamente, si bien Óscar no cometió el delito más grave que era abusar de Yurlady, tampoco es completamente inocente en todo el asunto. Enseñó sus genitales a jóvenes estudiantes, dejó sin supervisión a una menor de edad por emborracharse él, y en el momento en que esta se deshidrató, si bien respondió por ella, lo hizo de forma mediocre e irresponsable, la llevó hasta su casa manejando ebrio, y casi la deja tirada en las escaleras al frente de su casa. Convirtiendo así todo punto de los casos acusados injustificadamente por violencias basadas en género —que probablemente sí existen más como excepciones que confirman la norma, desafortunadamente— en una profunda contradicción dentro de la película. También valdría la pena mencionar algunas actuaciones flojas, principalmente en roles terciarios como miembros de la familia de Yurlady o estudiantes del colegio donde Óscar da clase. Y, por último, lo vanidosa que puede llegar a ser la producción para con su director, cuyo nombre aparece siempre que puede en alguna publicidad o material relacionado a la película. Además de sus declaraciones, en las que explica a Óscar como un dibujo de lo que él no quisiera ser como director de cine, elevando su figura como director de manera algo exagerada y cansina. Pero tal vez esto sea tema para otro análisis.


Quizás en otras reseñas valga la pena hablar tendidamente de los personajes de Yurlady y Daniela, la hija de Óscar, ambos personajes muy bien casteados y con un desarrollo excelentemente logrado. O tal vez, sobre los valores de producción tan ricos de la película, que solo confirman la capacidad de nuestro país para comprometerse con producciones de alta calidad. O, ¿por qué no?, el final abierto y el poema feliz compuesto por Óscar, y la carga simbólica que tiene quitar el cuadro de Jorge Asunción Silva de su cuarto. En realidad, Un poeta, se presta para tantos análisis y conversaciones que, en mi opinión, solo dotan y confirman la calidad del filme, a pesar de las costuras que en él podamos encontrar. No cabe duda, a mi criterio, Un poeta es una película muy revisionable, recomendable y que ha ganado a pulso el lugar en el que está.

ISSN: 3028-385X

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