“Una desaparecida es una siempreviva”: Miguel Torres

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Juan David Bermúdez
Universidad Nacional
Miguel Torres es un destacado director de teatro, autor de varios libros y dramaturgo de reconocidas obras en Colombia. Nació en el barrio Belén de Bogotá en 1942. Hijo de una familia de clase trabajadora, se crió con su abuela y sus tíos. Desde aquel barrio recuerda la ciudad en llamas y a la gente “enloquecida” el 9 de abril tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Años después se trasladó al barrio Ricaurte. De allí recuerda cómo se vivió la transmisión del poder presidencial al General Rojas Pinilla, y en un país lleno de acontecimientos históricos no dejaría de marcarlo la toma y retoma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985.
Este actor no la tuvo fácil: vivió la irrupción de la violencia en Colombia, una época donde el Estado no era el de Bienestar y donde hasta para estudiar tenía que pagar. A corta edad empezó a trabajar en diferentes oficios, tuvo la oportunidad de cruzarse con gente bondadosa que lo apoyó, entre ellos Alfonso Roa, quien lo ayudó para que continuará su preparación. De manera jocosa, dice el maestro Torres que la Academia Remington es su alma mater, lugar en el que aprendió a mecanografiar, estimulado por Roa.
Recuerda con alegría sus vivencias con amigos y compañeros. Entre sus anécdotas destaca el “disparo a Von Jayman”, una forma en la que narra una ocasión en que él y sus amigos querían completar lo de la semana. Ya le debían a todo el mundo en la empresa, a excepción de un alemán recién llegado. Lo echaron a la suerte y él llevó la peor parte: fue el elegido para pedirle prestado al extranjero 10 pesos de la época. Cuando se los pidió, el alemán solo pudo abrir los ojos, no entendía lo que pasaba, mucho menos que un mensajero —en representación de los otros— fuera a pedirle plata prestada. Finalmente, se los dio, ellos lo dividieron en partes iguales y en la próxima quincena se lo devolvieron sin falta.
Era la época de los actores de Hollywood, de los cines de barrio, de Cantinflas y los charros mexicanos. Del barrio Ricaurte recuerda el teatro Encanto. Igualmente, recuerda el teatro Capitol: allí vió Rebelde sin causa. La chaqueta roja del actor lo cautivo, se encaprichó con tener una igual. De este mismo deseo nació el de la actuación. Vio la oportunidad en la Escuela de Arte Dramático, en una casa contigua al teatro Colón que denominaban “El Palomar”. Víctor Mallarino dirigía la cosa y no tardó en ver el talento del maestro Torres, quien además contó con la fortuna de parecerse a un joven actor italiano al que estaban tratando de reinterpretar en la que sería su primera actuación en una obra: Seis personajes en busca de autor.
Más adelante participó en la conformación del Teatro la Candelaria. Trabajó codo a codo con el recordado Santiago García. A inicios de los 70 fundó el Teatro Local y, luego de una producción amplia de obras y reinterpretación de clásicos, en los años 90 desarrolló La Siempreviva, una de sus obras estrellas. A inicios de noviembre de este año, La Siempreviva regresará a las salas de teatro, en medio de la conmemoración de los 40 años de la toma y retoma del Palacio de Justicia. Tuvimos la oportunidad de hablar con Miguel Torres, creador y director de esta reconocida obra y que este año será parte de la constelación de actores que nuevamente la recrearán. Le preguntamos por los detalles detrás de su obra.
Pregunta. ¿Qué estaba haciendo usted el 5 de noviembre de 1985?
Respuesta. Tenía una cita con el doctor Mauricio Luna a las 11 de la mañana en su oficina de la carrera 7 con calle 12. Necesitaba pedirle ayuda porque había prestado unas tarimas a un actor que no me las quería devolver. En medio de la conservación se empezaron a escuchar los disparos y estallidos. Por medio de la radio de la oficina se enteraron de lo que estaba pasando. Yo regresé a casa, vivía en la Macarena, en los cerros. Desde allí en la noche vimos las llamas en el Palacio.
P. ¿De dónde nace la idea de hacer esta obra?
R. En el Instituto Colombiano de Cultura, Ramiro Osorio, su director, abrió una convocatoria para grupos de teatro interesados en montar una obra. En esa época las propuestas eran una hojita, ahora son como 200 hojas. Teníamos que responder: ¿qué obra proponen? Una obra de teatro sobre la tragedia del Palacio de Justicia. ¿Qué actores van a actuar? Jeny Caballero, Carmenza Gómez, Lorena López, Alfonso Ortiz, entre otros. ¿Aproximadamente cuánto cuesta ese montaje? 15 millones de pesos.
P. ¿Cómo fue el proceso creativo y diseño de la obra?
R. Empecé el proceso de escritura y dramaturgia. Contacté al periodista Ramón Jimeno, quien había escrito un libro que se llama Noche de Lobos. Él me presentó al doctor Eduardo Umaña Mendoza, el abogado defensor de las víctimas. Él fue maravilloso, me presentó a la familia de Cristina del Pilar Guarín Cortés, quien era la cajera de la cafetería del Palacio de Justicia. Me entrevisté con la familia Guarín, que vivía en el barrio La Esmeralda. Era una familia de siete hijos. El mayor, René Guarín, es uno de los que más ha estado relacionado con el tema. Cristina estaba de reemplazo ese día. De esa historia se inspiró el personaje de Julieta.
P. ¿Cómo se desarrollaron los personajes?
R. En un primer borrador de la dramaturgia que había hecho, en el inquilinato había un director de teatro que estaba montando Romeo y Julieta con los inquilinos, y una señora tenía una hija que se llamaba Julieta. Cuando lo cambié se quedó con ese nombre, eso no lo sabe nadie. Fue con la ayuda de Umaña que se desarrolló la dramaturgia: nos reuníamos seguido en el Café Pasaje, en la plazoleta del Rosario. Fue muy cercano a nosotros, compartió con los actores en varias ocasiones. La primera vez que nos vimos recuerdo que me senté, y él me dijo que no, que me sentara aquí, “porque al que le van a dar es a mí”. Él asistió a los ensayos y a las primeras funciones.
P. ¿Cómo se consolidó la dramaturgia?
R. La obra la fui terminando después de cada ensayo. Incluso después de la primera función seguí corrigiendo cosas. Los actores me ayudaron mucho, entre todos buscábamos nombres para la obra, a ver a quién se le ocurría. Hubo gente que ayudó con las noticias. Con Consuelo Vanegas seleccionamos 40 horas de noticias, para reunir 8 minutos de noticias que terminamos usando en la obra.
P. ¿De dónde viene la idea de mantenerse en el patio de una casa para representar la escenografía de una obra de teatro?
R. En 1992 trasladamos el local a una cuadra de la Universidad de la Salle. Allí pensamos establecernos, pero nunca conseguimos los recursos. Los planos del edificio que íbamos hacer los diseñó Rogelio Salmona. Finalmente organizamos el patio de la casa, y allí empezamos a hacer teatro, porque no teníamos sala. Una vez me paré en la entrada y dije este es, este será el escenario, con patios, con cuartos, una casona y el público estará alrededor.
P. ¿De dónde viene el título de la obra?
R. Después de tener muchos títulos, un día buscando nombre hicimos una cosa que se llamaba “paredón". Estábamos buscando algo que tuviera que ver con un jardín, con la flor de un jardín, porque era un patio jardín lo que teníamos, con un papayo. En el nombre era el jardín de las siemprevivas por las flores que pusimos en la escenografía, eso de siempreviva me sonó, porque una desaparecida es una siempreviva; hasta que no aparezca muerta, siempre podrá regresar. Ese era el caso de Julieta y de Cristina del Pilar.
P. ¿Tuvo participación en la adaptación cinematográfica de la obra?
R. No, yo vendí los derechos. Preferí no verla; no quise cambiar el recuerdo que tengo fabricado de nuestra interpretación.



