El trumpismo

Miguel Betancourt Calle
Universidad de los Andes
La democracia liberal sustituye el deseo irracional de ser reconocido como superior a los demás por el deseo racional de ser reconocido como igual a los demás (Fukuyama, 1992).
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del trumpismo. Y, aparentemente, poseyó a Elon Musk. Días después de su nombramiento, el 20 de enero de 2025, el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos quebrantó el mundo entero cuando empezó a hacer política de una manera que no habíamos visto desde hace mucho tiempo. En tan solo un mes, el nuevo presidente ha hecho suficientes declaraciones para dejar en claro a la comunidad internacional que quiere cambiar la manera en que funcionan las cosas. Donald Trump quiere ser recordado como el político más importante del siglo XXI; quiere ser recordado como el hombre que mató al liberalismo. Y reclutó a Elon Musk para hacer eso posible. Pero, ¿qué pasó?
La gran mayoría de los humanos que están vivos hoy nacieron después de mediados del siglo XX. El final de la Segunda Guerra Mundial significó la socavación del ultranacionalismo y, más importante, del fascismo en Occidente. Es decir, las personas más viejas de Occidente nunca vieron el surgimiento de estos movimientos; meramente recuerdan su legado histórico y las estéticas que estos dejaron. El único enemigo que genuinamente presentaba un obstáculo para el triunfo del liberalismo era el comunismo. Sin embargo, en los noventa cayó la Unión Soviética, marcando la victoria del capitalismo como sistema económico. Por eso, Francis Fukuyama bautizó este suceso como “el fin de la historia”; la democracia liberal demostró ser la mejor ideología al vencer a todas las demás en el mercado de las ideas. Pero, más pertinentemente, Fukuyama caracterizó este periodo también como “el fin de la ideología”. Es decir, a raíz de la victoria de la democracia liberal, no habrá necesidad de seguir ideológicamente evolucionando, pues encontramos la ideología más reconociente y equitativa. Sin embargo, el experimento dialéctico que Fukuyama abordó a finales del siglo pasado no proporcionó los desastres que implica una democracia liberal.
Después de un siglo XX tan tumultuoso, este cuarto de siglo XXI ha demostrado ser políticamente… redundante. Desde el triunfo liberal, la vida ha ido en círculos. En realidad, no hemos hecho nada más excepto mejorar económicamente y empeorar, y volver a mejorar para luego volver a empeorar, mientras que, domésticamente, las cosas realmente no cambian. Y la gente está cansada de que las cosas realmente no cambien; los que ganan hacen, y los que ganan después lo deshacen, básicamente: ¡no hacen! La brecha de la desigualdad nunca ha sido tan amplia, el cambio climático sigue destruyendo el planeta, los conflictos armados se intensifican y los líderes políticos no están haciendo nada al respecto. El problema es que la gente quiere cambio, y quiere cambio ya, y la democracia liberal no está cumpliendo. Esto ha permitido que ciertas ideologías resurjan de la tumba.
A la luz de la crisis del orden liberal, el ultranacionalismo ha vuelto de la muerte con su propuesta, ochenta años después de que Fukuyama lo diera por muerto (la ideología está lejos de haber finalizado). Si los resultados electorales de los últimos diez años nos han demostrado algo es que la Ventana de Overton ha estado lentamente desplazándose hacia lo impensable; el statu quo ha estado llevando a cabo un lento desplazamiento hacia las ideas ultraderechistas porque no parece haber otra alternativa. ¿Y el comunismo? Alrededor del cincuenta por ciento de la población nació en una época donde el socialismo era el enemigo mundial número uno, y el otro cincuenta por ciento nació cuando el socialismo estaba muerto. El comunismo no es una alternativa porque la mayoría lo recuerda como un sistema caótico y completamente inviable. Pero, ¿qué pasa cuando ha pasado tanto tiempo que no recordamos tan bien?
Donald Trump ha construido su imperio político de Make America Great Again en la nostalgia; en la nostalgia de lo que una vez fue América y ya no lo es. La globalización (una condición tardía del sistema liberal) ha erosionado la identidad nacional. Por consiguiente, el objetivo primordial de Trump ha sido desmantelar la legitimidad del liberalismo al cambiar el ethos del país pilar del liberalismo, los Estados Unidos. Lo que históricamente ha sido un país fundado en principios liberales, representando el epicentro migratorio para aquellos en búsqueda de libertad, ahora está cerrando sus puertas y está incentivando a los demás a hacer lo mismo. La única manera de cambiar la estructura del mundo como la conocemos es que todos los Estados relevantes sigan el ejemplo de Trump, y ahí es donde Elon Musk ha jugado un rol vital.
Mientras Donald Trump está ocupado “arreglando” el país, Elon Musk está tomando un tour por Europa, promoviendo la ideología. Musk ha apoyado públicamente a docenas de partidos y figuras políticas ultraderechistas en el Occidente europeo, lo cual ha tenido un impacto popular y electoral en Europa; anhelan trumpismo. Asimismo, en redes sociales el empresario sudafricano ha estado desarrollando una maquinaria propagandística masiva; se está encargando de alimentar ideológicamente a un pueblo vulnerable e inconforme. La expansión del trumpismo como ideología no solo es importante para deslegitimar al liberalismo, sino también para preservar la hegemonía estadounidense. El mundo va a cambiar, queramos o no, y Estados Unidos está haciendo el trabajo de promover ese cambio con la condición de no perder su estatus global; representaron un antiguo orden y ahora quieren representar uno nuevo.
La nueva ultraderecha trumpista está haciéndole una cirugía plástica a ideas antiguas, distanciando y modificando sus facetas más problemáticas; un rebranding ideológico. No por nada el saludo fascista está resurgiendo como el saludo romano, y por eso ahora se puede decir Sieg Heil! en televisión nacional. Solo recuerden que el fascismo se metamorfosea y se transforma, pero en principio sigue siendo una doctrina glorificadora de un pasado más culturalmente homogéneo. ¿Su objetivo? Eliminar de su territorio todo aquello que les resulte incongruente con ese pasado.
Se vienen tiempos políticos extraños…



