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Generación de cristal

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Alejandra Acevedo

Universidad Externado

Nuestra generación, a menudo denominada "de cristal" por su aparente fragilidad ante el entorno hostil que la rodea, no es frágil por voluntad propia. Crecimos con la promesa de que cumplir nuestros sueños es la clave del éxito, pero la realidad nos muestra que ni siquiera eso puede garantizar la satisfacción de nuestras necesidades básicas. Desde niños nos dijeron que debíamos seguir nuestra pasión, pero al llegar a la adultez descubrimos que el bienestar depende de mucho más que solo hacer lo que amamos: es esencial tener un techo, comida y acceso a la salud. Así, perseguir los sueños se ha convertido en un lujo que pocos pueden permitirse, y la mayoría se ve obligada a optar por la estabilidad, aunque esta sea cada vez más inalcanzable.

 

La educación superior, a la que muchos accedimos con gran esfuerzo, nos fue presentada como la vía para alcanzar el éxito. Hoy, ese éxito es una construcción vacía. No nos prepararon para enfrentarnos a un mercado laboral que precariza nuestra existencia. El título que tanto nos costó obtener no garantiza una vida digna. Nos vendieron la idea de que la educación es el camino hacia una vida mejor, pero al salir de las aulas nos encontramos con un mercado saturado y empleos mal pagados en un sistema que no valora ni nuestro conocimiento ni nuestras habilidades. La desilusión comienza a calar hondo cuando descubrimos que los saberes académicos, sin las condiciones materiales para aplicarlos, son prescindibles.

 

Incluso aquellos que se atreven a seguir su pasión y luchar por lo que aman pronto enfrentan una realidad amarga. El bienestar no se reduce a la sensación de realización, es un compuesto de lograr equilibrios entre muchas áreas de nuestra existencia. En el sistema en que vivimos no hay felicidad si, a pesar de amar lo que hacemos, no podemos pagar el alquiler, acceder a la salud o disfrutar de una mínima estabilidad económica.

 

Es por ello que nuestra generación carga con el peso de la desilusión. No porque no tengamos sueños o ganas de transformar el mundo, sino porque ese mismo mundo nos empuja a tomar decisiones prácticas que nos alejan de lo que amamos. Decisiones que, aunque necesarias, van apagando poco a poco nuestra chispa. La pasión, el entusiasmo y la motivación que alguna vez nos impulsaron a luchar por lo que creíamos se diluyen ante un mercado que no valora nuestro trabajo ni respeta nuestra dignidad.

 

La precarización laboral se ha convertido en la nueva norma para nuestra generación. Nos contratan bajo la modalidad de prestación de servicios, que, en la práctica, niega derechos laborales fundamentales: no tenemos vacaciones, prestaciones sociales ni seguridad en el empleo. Vivimos con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, sabiendo que, en cualquier momento, el contrato podría no ser renovado, obligándonos a empezar de nuevo y buscar otro lugar donde nuestra fuerza y creatividad sean explotadas.

 

Para algunos, tener múltiples contratos al mismo tiempo parece ser la única manera de sobrevivir, pero esto no es más que un espejismo. Tener varios empleos, fraccionando nuestro tiempo y energía, no es una solución, es una trampa. El agotamiento físico y mental de saltar de un trabajo a otro, con la constante exigencia de cumplir con los resultados esperados -que mayormente se califican de acuerdo a la cantidad lograda- nos deja vacíos. Nos convertimos en máquinas productivas que solo buscan cumplir con las demandas del día a día, perdiendo el sentido de lo que hacemos y de quiénes somos cayendo así en una tristeza que se ha convertido en la emoción central de muchos.

 

Somos una generación que ha sido testigo del colapso de los valores y promesas que nos hicieron. Nos dijeron que el futuro nos pertenecía, pero lo que encontramos es un presente roto, lleno de incertidumbre. Y aunque seguimos luchando e intentando encontrar nuestro camino, la carga es cada vez más pesada. Es difícil mantener la esperanza cuando cada día parece una batalla por sobrevivir en la precariedad, aceptando la inestabilidad como la norma. Es hora de repensar nuestras ideas de éxito, felicidad y bienestar.

ISSN: 3028-385X

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