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Hoy pienso en Don Raúl

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Foto: Sebastián Cote Lozano
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Isabella Sánchez Bustos

Universidad Externado de Colombia

Pienso en don Raúl.

En su voz temblorosa frente al poder. En su pregunta insistente, tan sencilla y desgarradora:

“¿Dónde está mi hijo?”

Don Raúl no insultó. Solo pidió una respuesta. Porque hay dolores que no se maquillan con política, ni se entierran con el paso del tiempo. Él, un padre cualquiera, se paró frente a un expresidente para exigir algo que nadie debería tener que mendigar: la verdad.

Hoy recuerdo, más que al expresidente, a don Raúl Carvajal, un padre humilde que se paró frente a una plaza pública y, con la voz quebrada pero firme, le exigió saber sobre su hijo. No tenía cámaras ni escoltas. Tenía dolor, dignidad y memoria. Aun así, lo escucharon con burla, con desprecio, con la indiferencia de un país acostumbrado a callar a quien incomoda.

Don Raúl no hablaba solo por él. Hablaba por miles de padres, madres, hermanos, hijos, que nunca encontraron a los suyos. Y aunque su caso no ocupó portadas, su gesto sigue resonando.

Colombia se ve de frente con un hecho histórico. Por primera vez, un expresidente ha sido declarado culpable por la justicia ordinaria. Pero este texto no es una celebración ni una condena. No escribo desde la derecha ni desde la izquierda.

Creo en las historias que muchas veces quedan por fuera del discurso oficial. En las preguntas que quedan flotando cuando los micrófonos se apagan.

Lo que ocurrió con Álvaro Uribe toca fibras profundas. A muchos les trajo un respiro, un poco de justicia tras años de impunidad. A otros, los dejó con un vacío, con la caída de un líder en quien confiaban. Ambas emociones son válidas. Porque este país no es uno solo, es una suma de experiencias, dolores, esperanzas y contradicciones. No se puede construir una Colombia justa negando la historia de esta.

Pero más allá del fallo, más allá del nombre propio, lo que realmente importa es lo que representa el momento para cada uno de nosotros, los colombianos: que el poder no puede estar por encima, que la justicia, cuando llega —aunque tarde—, puede empezar a cerrar heridas en muchos. Que personas como don Raúl no están solas. 

 

Hoy pienso en don Raúl. 

 

Porque a través de su voz —tan serena como firme— recordamos que hay historias que aún no tienen respuesta. Que más allá de nombres propios o decisiones judiciales, hay familias esperando verdad. 

 

Y quizá este sea un momento para escucharlas. 

Sin gritar. 

Sin dividirnos más.

Solo con la esperanza de que, algún día, este país pueda mirar su pasado con honestidad y su futuro con más compasión.

ISSN: 3028-385X

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