Integridad en tiempos rotos

Sergio Andrés Silva
Escuela Colombiana de Ingeniería
En un mundo lleno de crisis mediáticas, con Trump y sus aranceles, deportaciones al por mayor y amenazas disparatadas como apropiarse del canal de Panamá; con Putin atacando sin piedad a Ucrania; con Venezuela lidiando con la dictadura de Nicolás Maduro; con Medio Oriente y la guerra entre Palestina e Israel; con Petro en Colombia y su poca credibilidad, entre otros muchos ejemplos, es inevitable llegar a una conclusión fatalista pero certera: el mundo está pasando por un momento complicado.
Mucha gente está inconforme, pero nadie parece realizar esfuerzos certeros por cambiar la situación. La política no debe ser ajena a la sociedad, porque la sociedad da poder a la política, según dicta el poder constituyente primario. De modo que, más que permanecer inconformes, deberíamos enseñar a estas nuevas generaciones tan poco politizadas cómo se debería gobernar correctamente: con entereza, dedicación y un sentido nato de ayuda al mundo.
Recuerdo haber adquirido de Ernesto Sábato, gran escritor argentino, un concepto interesante que él denomina “el hombre integral”. Sábato refiere este adjetivo a aquella persona que desarrolla y forma habilidades técnicas, artísticas o intelectuales en múltiples aspectos, independientemente de si están o no correlacionados. Propone un ejemplo: “En Israel, el Kibutz es una experiencia interesante, es una comunidad donde un hombre enseña durante el día —por ejemplo— teoría de Einstein, y durante otros días de la semana, ordeña las vacas”, y añade, “la misión del Kibutz es crear hombres de verdad”. Es justo pensar que “así debería ser cada persona actualmente, en especial un líder o político”.
En tiempos modernos, más que si debemos ser personas íntegras, uno se pregunta, ¿podemos ser personas íntegras? Por supuesto que sí. Es más, hoy en día es más fácil serlo que en los tiempos del propio Sábato. La tecnología ha sido la gran ayuda del hombre en este primigenio siglo XXI, y ha de ser la herramienta más propicia para crear personas íntegras. Desafortunadamente, ejemplos objetivos de un hombre o mujer íntegros hay muy pocos, pero estos, precisamente, son a los que se les debe brindar fuerza para corresponder el llamamiento involuntario que hace la sociedad: el llamamiento de mejora.
Uno de los pocos políticos que representan más fielmente este concepto de Sábato es José Mujica Cordano, conocido como Pepe Mujica, expresidente uruguayo nacido en 1935 quien ha sido uno de los diplomáticos más importantes de la política de América Latina en el siglo XXI. Desde su juventud se distingue por ser un resuelto defensor de intereses enfocados en el progreso de la sociedad y de su país. Por ello, luchó desde una guerrilla urbana contra la dictadura militar que aterrorizaba a su nación y fue encarcelado durante doce años. Posterior a eso, fundó un partido político junto a colegas guerrilleros, el Movimiento de Participación Popular, con el cual años más tarde llegaría a ser ministro de Agricultura, senador y, finalmente, presidente de Uruguay.
Durante su gobierno, José Mujica nunca modificó a conveniencia su idiosincrasia, siempre permanecieron intactos sus valores, principios y objetivos de mejora social. Fue considerado como “el presidente más pobre del mundo”, expresión que reafirma la falta de conocimiento sobre el individuo íntegro que tiene la sociedad actual. Mientras ejercía como presidente era también floricultor, y aún después de su retiro de la política activa no se parece en nada a sus colegas de otros países que, en muchos casos, fueron corrompidos por el statu quo o que van por ahí luciendo extravagancias de todo tipo. Mujica es distinto: vive en una granja a las afueras de Montevideo, inspirado en su consigna de la sobriedad en la sociedad actual; es un intelectual, un granjero, ¡un esperanzado de la humanidad!, expresidente y exguerrillero, nada más íntegro que eso. Escucharle es adquirir un trozo de sabiduría, es un ejemplo de vida. Se nos va, pero antes hay que tomar su ejemplo. Integral es el individuo, no el sistema.
Solo queda preguntarse, ¿habrá alguna vez un superávit de gente íntegra en el mundo? Queda esperar la reivindicación del individuo íntegro, aquel que llegue para mejorar el mundo. La espera y reivindicación de más Mujicas en la sociedad, ¿no sería maravilloso? Un mundo mejor, aunque suene a fantasía.