Jazmín de Cristal

Foto: IA

Kelly Vanessa Hernández
Universidad del Valle
Soy Cristal, vengo desde lejos a dejar mi huella, conmigo solo traje unas tizas con las que escribiré el abecedario, los niños muy juiciosos se van a sentar, repetirán cada letra, luego leeremos un cuento y saldremos al jardín a jugar.
Allí está el rancho esperando la llegada. El sombrero cubre mi rostro, pero al llegar a la cima levanto la mirada y veo las hermosas ventanas que al fondo dejan ver una pizarra y varias sillas. De pronto, al voltear me doy cuenta de todo el verde que nos rodea y, después de echarle un vistazo a la montaña, entro.
Al día siguiente me levanté muy temprano en la madrugada, barrí el piso, organicé los pupitres, recogí algunas flores y las puse en el escritorio mientras los esperaba. Cuando llegaron, saludaron, yo me presenté, escribí en la pizarra… era perfecto, olía a flores, los niños estaban muy entusiasmados y de repente empezó a llover, entonces se me ocurrió enseñarles una canción:
El olor del jazmín
El color del carmín
El ruido de las gotas
Que vienen por ahí
Yo estaba tan concentrada cantando, que no note el barro de sus botas… el color del carmín, el ruido de las gotas que vienen por ahí… ni el hedor de sus armas.
Me asusté cuando los niños cayeron dormidos como piedras, inmóvil vi las ventanas rotas, mientras esos hombres se acercaban. Diecisiete cerdos pusieron sus manos sobre mí y sumieron en el fango las flores del jardín, me quedé ahí en el suelo, no podía moverme, no quería moverme. Pero vi a los niños, sus caritas tan dulces cubiertas de sangre. Tenía que hacer algo, no podía dejarlos ahí tirados y ahogarme en lágrimas.
En la noche fui al jardín, alisté la tierra, llevé a los niños, sembré unas plantas de jazmín a su alrededor y los dejé dormir. Luego recogí los vidrios rotos y organicé el salón.
Se van a acordar de mí, yo sigo en pie, no me van a vencer, mis niños y mi escuela me dieron la fuerza para seguir. Yo soy Cristal, tengo la dureza del cuarzo y no voy a llorar, voy a celebrar su muerte.
Cuando el jazmín floreció hice un festín, puse una mesa con las flores, fui por vino y mandé a llamar a todos los que no tenían plantas en su jardín.
Sean bienvenidos, tomen asiento, vamos a disfrutar que la noche espera.
Diecisiete asientos, diecisiete platos, diecisiete copas de cristal. Hablan, gritan, cantan, Comen como cerdos, todo lo destrozan con sus manos, beben todo el vino hasta caer al suelo, ebrios con la sangre de mis muertos y el veneno que a los cerdos lleva a su eterno letargo.



