Más allá del mercado
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Fotos: Valentina Rodríguez

Valentina Rodríguez
Universidad Externado
Ha existido durante tanto tiempo que empieza a pasar desapercibida. Existen quienes solo pasan frente a ella y la observan desde lejos, quienes van esporádicamente y quienes tienen allí una vida completa. Hay quienes prácticamente nacieron entre sus bodegas, que la recuerdan desde muy pequeños, y quienes piensan que es solo una plaza de mercado más. Es enorme e imponente, pero recibe a cada persona que quiere hacer parte de ella. No juzga, ni cuestiona, solo espera, atenta y expectante. Tiene sus puertas abiertas a todas las personas, pero no una sola puerta, son 8 puertas, para peatones, ciclistas, motociclistas y conductores de cualquier tipo de vehículo. Sí, es una plaza de mercado. Sí, es la más grande de Colombia y la segunda de América Latina, pero para quienes hacen parte de ella es mucho más, es una pequeña ciudad dentro de una gran ciudad, es su segundo hogar.
Se ubica en la avenida carrera 80 #2-51, en el suroccidente de la capital, pero se muestra desde la avenida Agoberto Mejía, desde la carrera 80, desde la diagonal 38 sur y desde la carrera 82. Entrar en ella es simplemente sentir algo diferente, percibir un olor particular, ver overoles, ruanas y chaquetas Zaeta por todos lados, escuchar gritos y risas, apodos o marcas y alguna que otra grosería. Es escuchar a los comerciantes dar un precio y a los clientes regatear, el “échela, échela” si se llega a un acuerdo o un “no alcanzo, no le gano nada”, si no. Entrar en ella es ver fuerza y trabajo duro, cansancio y velocidad. En su interior, alberga 32 bodegas, algunas especializadas en productos específicos -la bodega 11, por ejemplo, en su mayoría comercializa yuca, arracacha y plátano por bolsas, cuyo peso varía por el producto que contienen. Cuenta con cuartos fríos, zonas de carnes, de pescados, bancos, agencias de viajes, puestos de todo tipo de comida, tabernas -para el comerciante Hernán Díaz “aquí la tomadera no falla, la taberna es 24 horas”- y comercio de un sinfín de alimentos.
En Corabastos S.A se consiguen frutas, hortalizas, granos, procesados, tubérculos, hierbas y raíces. Por eso los horarios de trabajo son extensos, pues los camiones que traen los alimentos llegan a lo largo de todo el día y los comerciantes deben adaptarse a aquel frenético ritmo. Los granos son los únicos que, desde que entran (4:00 a.m.), tienen libre comercialización para las bodegas de sus respectivos sectores. El resto de los productos tienen un horario de entrada, inicio y fin de comercialización.
Fotos: Valentina Rodríguez
Entonces, muchos trabajadores inician sus jornadas desde las 7:00 - 8:00 p.m. “hasta que acabemos” (Rodrigo Cañón, comerciante) o hasta que compren su último producto de interés. Es así como Juan Diego Giraldo -un joven comerciante de yuca, arracacha y plátano- empieza la preparación para su trabajo a las 7:00 p.m., pero al igual que muchos otros, en algún punto del día duerme en su oficina -otras personas lo hacen en alguna parte del puesto en el que trabajan o en algún vehículo- y termina la jornada a las 3:00 p.m.
Esto no quiere decir que el ambiente de trabajo sea malo, por el contrario “la plaza es muy bonita, amo la plaza” (Brayan García, trabajador de Jugos El Campeón). Es un lugar donde se pueden encontrar todo tipo de personas de todo tipo de estratos y con todo tipo de personalidades. No es raro ver grupos jugando parqués o apostando entre risas con dados y monedas. Yeison Jiménez, Álzate y Jessi Uribe llenan los pasillos de las bodegas con sus canciones. Nunca faltan los pitos y partidos a un volumen alto o los regalos entre ellos cuando vuelven de viaje o se acerca la navidad. Aquí, lo más importante es la palabra: con ella se garantizan trabajos, precios y relaciones sociales.
Aún más importante: Corabastos es familia y legado. Hernán llegó a la plaza con su familia, al igual que Claudia Bernal. Ambos coinciden en su origen: sus padres en la plaza España, llegando a Corabastos poco después de su inauguración en 1972. Con el tiempo, trabajar allí se volvió una tradición familiar. A Cesar Muñoz -o Pícaro, como le llaman- también lo llevó por primera vez su hermano, y desde allí ha trabajado más de 20 años en el comercio de yuca y algunas verduras. Brayan, Juan Diego y muchos trabajadores más fueron llevados por primera vez a Corabastos por uno de sus familiares. Su amor por el entorno y el estilo de vida que se les ofrecía los sedujo, para finalmente hacer parte de la comunidad.
Fotos: Valentina Rodríguez
Ellos, más que nadie, han vivido los cambios y nuevas reglamentaciones de primera mano. Si bien el cambio en el mercado ha sido inevitable, cada vez es más notorio. Perciben una gran reducción, pero con una mirada optimista, pues dicen que “para ganar más, solo es trabajar más”. Y esto porque en su mayoría ganan en función de sus ventas, o en el caso de coteros -quienes descargan las bolsas de comida- por la cantidad de bolsas que trasladen y la distancia a la que las lleven. La pandemia, sin duda, marcó un antes y un después en muchas cosas. Una de las más destacables fue el mercado de los domingos, pues tradicionalmente era uno de los días con mayor movimiento. Sin embargo, en el 2020 se empezaron a tomar como días de desinfección, implicando entonces que los comerciantes dejaran de acudir. Eso hoy en día se mantiene: gran parte de los vendedores no trabajan y sus clientes han optado por hacer sus compras los sábados o lunes. Por otra parte, se empezaron a implementar nuevas reglas para la organización, aseo y limpieza de los puestos al interior de las bodegas, cambio que, a pesar de ser costoso, implicó una mejoría en el servicio y espacio.
Sin embargo, uno de los cambios que no se han percibido tan positivos es el que buscó la eliminación de vendedores ambulantes en las intersecciones y espacios fuera de las bodegas. Brayan, hijo de uno de estos vendedores, lo vivió en carne propia:
Mucha gente salió, mucha gente prácticamente quebró. Toda la vida trabajando con su carrito y al igual no éramos vendedores ilegales, nosotros pagábamos administración y arriendo como cualquier otro comerciante de la plaza, fue muy duro.
Los que quedaron, con dificultad, lograron adaptarse a nuevos locales y modos de trabajo. Jugos El Campeón se ha trasladado un par de veces hasta lograr establecerse en un local fijo, que poco a poco han ido ampliando. Así mismo, hicieron más largas sus jornadas de trabajo, hasta tener servicio 24 horas de lunes a viernes con turnos rotativos entre 13 personas, de las cuales 11 tienen sueldo fijo y los 2 restantes, por comisión sobre una base.
Corabastos ha sido testigo del crecimiento no solo de miles de personas, sino también de empresas y pequeños negocios. Ha sido el lugar en el que muchos han crecido y gracias al cual muchos han pagado la carrera universitaria de sus hijos. Ha visto pasar generación tras generación de familias y les ha ayudado a salir adelante. Es un lugar donde los horarios y las vidas son diferentes, pero que cuenta con todo lo que necesitan y aún más. Es el testigo de muchos sueños, pérdidas, crecimiento y dificultades. Es mucho más que una plaza de mercado, es una forma de convivir y de vestir, es tradición y costumbres, es música, inspiración y belleza.



