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Otros matices del abandono estatal

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Diego Gañan Maya

Universidad Tecnológica de Pereira

Considérese lo siguiente:

Colombia es un país de contrastes. Mientras las ciudades crecen de manera caótica, el campo se vacía. Los jóvenes rurales, en lugar de heredar la tierra que los vio nacer, migran a las urbes en busca de oportunidades que el sistema les ha negado en sus territorios. ¿De quién es el deber de mantener viva la ruralidad? La respuesta puede ser incómoda: de todos, pero sobre todo de un Estado que históricamente ha mirado al campo con abandono.

Escuché de un maestro que el sistema empuja a los jóvenes a dejar sus raíces, convenciéndolos de que el progreso solo existe en las ciudades. Y no le falta razón. La educación, el empleo y hasta los servicios básicos parecen diseñados para concentrarse en las metrópolis, mientras el campo sobrevive con migajas. El resultado es una generación que huye de lo que el modelo dice que está mal, que allá no se puede crecer ni visionar con un futuro rural, lo que se hace es caer en la marginalidad urbana, atrapada en un círculo que beneficia a unos pocos.

La hegemonía ha impuesto su lógica: el desarrollo se mide en cemento y consumo, no en cultura y costumbres, ni en comunidad. Pero el campo no es solo economía; es identidad, memoria y futuro. Hace más de un siglo que en Colombia se normalizó la migración del campo a la ciudad. Se volvió un destino casi inevitable: dejar la tierra, la familia y las tradiciones para hacinarse en barrios marginales, con la esperanza de un futuro mejor que, para muchos, nunca llegó. Los desplazamientos forzados agravaron este éxodo, convirtiendo la ruralidad en un territorio abandonado, mientras las ciudades se llenaron de desigualdad.

Aunque hoy parece haber un tímido interés por revertir este fenómeno, la pregunta sigue siendo urgente: ¿qué será del campo colombiano si los tomadores de decisiones no lo convierten en una prioridad? Si esto continúa, en unas décadas tendremos un campo fantasma, un territorio vacío que solo existirá en algunos discursos. El futuro del país no se decide solo en las capitales; también se define en los territorios que hoy se están quedando sin gente. La pregunta no es si hay tiempo, sino si habrá voluntad.

ISSN: 3028-385X

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