"Petro le quedó mal a los estudiantes": Paca Zuleta

Foto: Escuela de Gobierno Uniandes

Santiago Orozco Uribe
Universidad de los Andes
A María Margarita Zuleta, mejor conocida como Paca, se le ve siempre sonriente caminando por los pasillos de la Universidad de los Andes. Saluda a estudiantes y profesores con una espontaneidad que contrasta con la rigidez de los educadores más ortodoxos. Dice que no hay nada que la satisfaga más que recibir correos de alumnos preguntándole por cosas de la universidad, pero sin formalismos ni solemnidades, sino con desenvoltura. Pude comprobarlo cuando, siendo un primiparo inexperto, le escribí un mensaje llamándola “Doctora Zuleta”, y ella me pidió que le dijera Paca, “nada de doctora”.
Aunque ha experimentado los azares de la vida política —fue viceministra de Justicia y jefa del Programa Presidencial Anticorrupción en el gobierno de Uribe y directora de Colombia Compra Eficiente en el gobierno de Santos— y los avatares del sector privado —trabajó en la oficina jurídica de Acerías Paz del Río, en el bufete de abogados Brigard y Urrutia, en la firma Shearman & Sterling y en la minera Glencore—, se le ve en su salsa trabajando en el mundo académico. Desde 2019 dirige la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, logrando posicionarla entre las mejores del mundo para estudiar Administración Pública.
Pregunta. A lo largo de su vida profesional usted ha trabajado en el sector privado, en el sector público y últimamente en el área de la educación. ¿Cuál de estas experiencias ha sido la más gratificante?
Respuesta. Las tres me han traído muchas satisfacciones, no pensaría que una más que las otras. Cada una es una experiencia distinta. Incluso dentro del sector privado las experiencias cambian. Desde una firma de abogados se hacen transformaciones profundas a la sociedad colombiana en términos de cómo venderle el país a un inversionista extranjero. Cuando uno ve que las cosas se hacen, que hay una inversión, que surge una nueva empresa, eso genera una gran satisfacción. En el sector público las satisfacciones son otras. Se puede ver el resultado de lo que uno hace ahí mismo, y eso es fascinante, fantástico. Y en la academia el tema es diferente. Se trata de la conexión con los estudiantes, de lograr generar inquietudes y despertar intereses a través de los programas académicos. Eso produce una satisfacción grandísima.
P. Sobre esto último, casos como el de Corea del Sur han demostrado que la educación es un pilar fundamental para el desarrollo de un país. ¿Usted cree que algún gobierno en Colombia se ha tomado realmente en serio el tema de la educación?
R. Muchos gobiernos. Lo que pasa es que las transformaciones no se hacen de un momento para otro; hay que hacerlas poco a poco y se requiere constancia. Ese es un problema con la mayoría de los políticos, porque a ellos les gusta pensar que son los primeros a los que se les ocurre algo. Si pienso en qué era Colombia cuando yo entré a la Universidad de los Andes y qué es Colombia hoy en día, veo unas transformaciones educativas gigantescas y un cierre de brechas importantísimo. Hay habilidades, por ejemplo, de bilingüismo muchísimo mayores de las que había antes. En ese sentido, creo que ha habido transformaciones muy serias. Parte de lo que nos pasa es que no logramos mantener durante largo tiempo algunas políticas públicas. Sin embargo, creo que Colombia ha mejorado sustancialmente. Le falta muchísimo, pero ha mejorado.

Foto: Escuela de Gobierno Uniandes
P. ¿Lo que ocurrió con el Icetex sobre la eliminación de los subsidios a la tasa de interés no evidencia una desidia por parte del Estado en el apoyo a los estudiantes más necesitados?
R. Hay una gran indolencia, pero no creo que sea del Estado en términos generales. El Icetex se había consolidado como una oportunidad de apoyos muy importante para la clase media que quería acceso a educación superior de calidad. En el 2019 los estudiantes quemaron el Icetex porque las tasas estaban alrededor de cuatro puntos. Hoy en día están casi tres veces más altas y nadie ha quemado el Icetex. Todas las medidas que se han tomado han estado dirigidas a restringir el crédito. Debido a problemas de organización y a otros factores que no tienen que ver con el ministro de Educación de turno, las tasas han subido muchísimo. Eso es indolencia y, sencillamente, falta de trabajo y de gestión. Me parece sorprendente que el presidente, que llegó al poder cobijado e impulsado por la protesta estudiantil, le esté quedando mal a los estudiantes. Pero más sorprendente aún es que los estudiantes no estén siendo vocales frente a esta situación.
P. ¿Tiene alguna conjetura de por qué los estudiantes no se han pronunciado con vehemencia frente a este problema?
R. No me atrevo a hacer una conjetura. Me parece que los estudiantes necesitan una voz que los empuje a hacer este tipo de manifestaciones. Lo increíble es que no haya habido ni una.
P. Este gobierno, efectivamente, creó muchas expectativas sobre la importancia de la educación. ¿Usted cree que ha cumplido?
R. No, para nada. Esas promesas eran un poco de ciencia ficción. Querer hacer universidades en sitios donde no hay estudiantes… Pensar que las universidades se hacen de un día para otro… Esas promesas no son cumplibles. Por otro lado, hay un problema de entendimiento. Querer promover solamente la educación pública es no ver cuál es la realidad. Necesitamos la universidad pública y la universidad privada para poder satisfacer la demanda que tienen los estudiantes de programas académicos de educación superior. Si el gobierno quiere hacer algo distinto, perfecto, que lo haga, pero que no desconozca la realidad.
P. ¿No le parece denigrante que la Universidad Nacional le esté mendigando al Estado la restauración de sus edificios y que la Universidad de Antioquia esté suplicando por recursos suficientes para su funcionamiento?
R. En el Gobierno de Santos se estableció una estampilla para la infraestructura universitaria pública. A mí me parece que las estampillas son un error gigantesco; solamente hacen que suba el costo de la contratación. Eso es pasar plata de un bolsillo a otro. Además, no se sabe dónde quedan algunos centavos. Pero si esa estampilla sigue vigente, ¿por qué no hacen el recaudo y entregan la plata a la Nacional y a todas las universidades públicas? Ahí hay un problema de orden y de buscar cuál es la fuente de financiación. No creo que sea solamente un problema sobre el giro para la infraestructura, sino también sobre cómo asegurar que en los presupuestos públicos exista la plata para el mantenimiento y que esos recursos se ejecuten bien en las universidades.

Foto: Escuela de Gobierno Uniandes
P. En Estados Unidos y Europa el vínculo de la empresa privada y las universidades es sumamente fuerte. ¿Cómo lograr en Colombia que la empresa privada tenga una relación más estrecha con las universidades públicas en la financiación de programas de investigación?
R. No estoy tan segura de que podamos generalizar eso en el mundo. En Europa la mayoría de las universidades son públicas. Hay unas pocas privadas, hoy en día muchas más, que tienen origen en asociaciones empresariales y en proyectos en particular. Nosotros tenemos que entender dónde estamos parados. Resolver que la empresa privada colombiana va a financiar una universidad pública no me parece lógico del todo. La empresa privada financia muchísimas cosas de las universidades privadas colombianas, como programas de becas y proyectos de consultoría. Lo que le interesa a la empresa privada es tener profesionales que puedan trabajar en sus empresas, ayudar a solucionar problemas a través de convenios de consultoría y hacer investigación aplicada. Todo eso lo hace la empresa privada, aunque siempre puede hacer más.
P. ¿Podría suceder lo mismo con las universidades públicas, que son las que más necesitan financiación?
R. Las universidades públicas y privadas competimos por los recursos de las empresas constantemente. Cuando abren concursos participamos tanto privados como públicos. Además, la empresa privada busca profesionales en ambos lados. Sin embargo, si la universidad es pública y quiere ser pública y todo el discurso está enfocado en lo público, ¿cuál sería el sentido para que una empresa privada busque apoyar a una universidad pública? Nosotros tenemos un enredo muy serio y es que muchas de las empresas privadas en el mundo hacen trabajo con las universidades en la lógica de la filantropía, en donde hay incentivos tributarios. Nosotros no tenemos esa cultura de la filantropía en Colombia, pero adicionalmente no tenemos los mismos incentivos tributarios.
P. Usted ha desempeñado diversos cargos en la lucha contra la corrupción. ¿El ejercicio de esa lucha en este país corrupto no la cree inútil?
R. No creo que la lucha contra la corrupción sea inútil en ningún sentido. Este país tiene grandes problemas de corrupción, pero pensar que es el país más corrupto del mundo es no mirar la realidad. Hemos desmejorado en transparencia muchísimo en los últimos años, pero Colombia estuvo entre los tres países con mayor transparencia activa del mundo en el 2017 y 2018. Aunque tenemos muchísimos problemas de corrupción, hemos sabido responder institucionalmente, a diferencia de otra cantidad de países que han tenido problemas muy serios. Hemos tenido unas actividades judiciales muy importantes que en otros países no se han dado. No creo que podamos decir que la corrupción es el problema más serio que tenemos.
P. A pesar de que se ha mejorado en algo, todavía siguen habiendo unos niveles altísimos de corrupción. ¿No cree que, de alguna manera, ha estado nadando en contra de la corriente durante todos estos años?
R. Creo que me metí en un tema muy difícil, que a veces es frustrante, pero no pienso que haya sido una pelea en vano. Por otro lado, la corrupción tiene una relación muy importante con la legitimidad de las instituciones. Cuando hay un escándalo de corrupción lo primero que piensa un ciudadano es que nada de esto sirve. Entonces, ¿para qué va a respetar las normas y la ley? Lo mismo sucede con la democracia: ¿para qué va a votar si supuestamente todo está comprado? Más allá de solamente mirar el tema de la corrupción, uno debe tener una perspectiva mucho más amplia. Necesitamos que nuestra democracia y nuestras instituciones sean legítimas. Para eso debemos minimizar los riesgos de corrupción, investigar y sancionar los actos corruptos y crear una cultura de integridad en la administración pública y en las relaciones público-privadas.

Foto: Escuela de Gobierno Uniandes
P. ¿No cree que el diseño institucional actual impide la realización de esas reformas?
R. Yo no he hablado de reformas, porque no creo que necesitemos grandes reformas. Lo que necesitamos es que se aplique la ley. Tenemos todos los instrumentos para luchar contra la corrupción: Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, Secretaría de Transparencia, sistemas de información robustos. Deberíamos estar en la capacidad de responder a los riesgos de corrupción aplicando la ley. La gente siempre se queja del sistema político, pero con ese mismo sistema hemos perseguido a corruptos en el Parlamento y en el Estado colombiano. Aunque tengamos un montón de oportunidades de mejora, eso no quiere decir que esto sea un desastre.
P. Con este gobierno quedó comprobado que la corrupción no tiene color político…
R. El Gobierno prometió un montón de cosas en la lucha contra la corrupción. Incluyó en el Plan Nacional de Desarrollo una política anticorrupción que no hemos visto que se lleve a cabo. Tenemos una Secretaría de Transparencia que no le ha puesto atención a la transparencia activa. Cosas tan normales en una democracia, como publicar con suficiente tiempo proyectos de ley para que la gente pueda hacer comentarios, las hemos dejado de ver, al igual que las cosas más complejas. No he visto ningún ministro ni ningún director de departamento que tenga publicadas sus declaraciones de renta en Función Pública, como sucedía en otros gobiernos. No he visto al presidente tomando decisiones firmes cuando hay una sospecha seria de corrupción. Ahora dice que fue él quien sacó a Olmedo López. No, a Olmedo López lo destituyeron. El presidente lo defendió hasta el último minuto.
P. El propósito fundamental de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Los Andes es formar a los futuros líderes en el buen manejo del sector público. No obstante, los candidatos que hoy en día están triunfando, muchos de ellos influencers, son los que menos conocimiento tienen de la administración pública. ¿No representa esto un desafío para el objetivo de la Escuela?
R. A mí me preocupan menos las profesiones que saber cómo trabajar y gestionar lo público. Lo que importa es que haya un líder que entienda que tiene que trabajar con la gente, que sepa cómo seleccionar a su equipo, que se asesore de las personas en las que confía y que esas personas conozcan la cosa pública. Obviamente, es mucho mejor tener de presidente a una persona que tenga una trayectoria pública importante. Pero creo que ha habido casos en donde hubo personas que pudieron gobernar bien sin ser conocedoras de la cosa pública. El ideal sería que todos fueran Alberto Lleras y Virgilio Barco, pero esa no es la historia.
P. ¿Puede mencionar algún caso exitoso de un gobernante sin experiencia pública?
R. Antanas Mockus en Bogotá. Antes de ser alcalde no había salido del ámbito universitario, y creo que hizo un muy buen gobierno en sus dos periodos.
P. ¿Cree que alguno de los candidatos presidenciales outsiders podría hacer un buen gobierno?
R. La lista de candidatos es lo más parecido a un directorio telefónico, entonces no vale la pena opinar todavía.
P. Claro. Cuando el panorama esté más definido le vuelvo a hacer la pregunta. Eso es todo, Paca.
R. Muchas gracias.