Reflexiones sobre la "guerra a muerte" en tiempos de reforma

Foto: Andrea Puentes
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Juan David Bermúdez
Universidad Nacional
Ha pasado un mes desde aquel primero de mayo en que las calles se llenaron a una sola voz, con un único deseo: “Consulta Popular ¡Ya!”. Se conmemoraba un año más del Día de los Trabajadores, de los sindicatos y/o de los derechos laborales. Este gobierno, el de las masas, el de “los nadies”, desde su instalación se tomó la fecha como propia, como un mecanismo para medirle el pulso a la gente y a la aceptación de las propuestas del gobierno. Sin embargo, la última manifestación vino acompañada de varias particularidades; entre ellas, las imágenes que dejaron las diversas banderas que ondeaban los manifestantes en la Plaza de Bolívar. Particularmente, una grande, de color rojo, blanco y con un rombo negro, que entre la multitud resaltaba, misma que a tamaño más pequeño,el presidente Gustavo Petro alzó en medio del discurso, advirtiendo que se trataba de la bandera de guerra a muerte de las épocas de la Independencia.
Desde que el presidente Petro se posesionó, un ya lejano 7 de agosto de 2022, su gobierno ha estado enmarcado en diversas alegorías en torno a la figura de Bolívar, la más recordada: la espada ceremonial del libertador, que hizo sacar el día de su posesión, misma que fue representada gráficamente en los diversos carteles que la gente sostenía el primero de mayo. Su discurso es el de la “libertad del pueblo”. Para ello, busca generar una identificación de la gente con Bolívar, lo trae nuevamente a colación, lo relaciona con Gabo, con Macondo y sus experiencias en el M-19.
Los medios, las redes, los influencers y la gente que la conocía quedaron aterrados al ver dicha bandera de guerra a muerte. Las especulaciones no se hicieron esperar. Los medios y la gente recurrieron a los libros de historia y a los historiadores para intentar comprender el mensaje subliminal detrás del gesto de Petro. Este texto no buscará entrar en aquellas teorías e hipótesis que podrían derivarse de la bandera; por el contrario, intentará ofrecer algunos esbozos de carácter histórico que permitan al lector plantear el problema en torno a las reformas y sacar sus propias conclusiones respecto de la bandera como significante.
Era un día soleado. El clima ayudó a la manifestación. No toda la gente alcanzó a llegar a la Plaza de Bolívar. Visualmente la imagen recordaba a los tiempos del Paro Nacional del 2021 o las grandes manifestaciones gaitanistas del siglo pasado. En condiciones climáticas similares, pero en los llanos venezolanos, hace 212 años, Simón Bolívar, junto a otros comandantes, firmarían el Decreto de guerra a muerte contra los españoles y/o peninsulares que no apoyaran activamente la causa patriota, una medida desesperada en medio del recrudecimiento del conflicto entre realistas e independentistas en Venezuela.
En aquella época Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá consolidaban un solo territorio geográfico denominado la Nueva Granada, espacio dirigido por un monarca europeo que representaba a una especie de “Padre” al que se le debía obediencia, respeto y cariño. Sin embargo, con la caída de ese padre y la llegada al poder monárquico de un extranjero, ese “pacto social” entre el monarca y sus súbditos se rompió de tal manera que la población neogranadina quedó dividida en dos bandos.
Para colmo de males, sumada a la división entre monarquistas e independentistas, aquellos patriotas se dividieron internamente entre centralistas y federalistas, lo que dió paso a conflictos armados internos y por lo cual el periodo se conocerá como la patria boba. Lo anterior permite plantear aquel momento en que la población de un territorio geográfico constituido durante por lo menos tres siglos quedó radicalmente dividida entre dos “partidos” o “facciones”, dos formas de entender y ver el mundo que finalmente se enfrentaron mediante las armas, y que llevaron al sacrificio de quién “atacara” a la nación naciente. Dichos ataques no se limitaban al campo de batalla, si no también incluía el campo de las ideas.
La guerra muerte fue el punto de partida que definiría los acontecimientos entre 1813 a 1820. El escalamiento del conflicto implicó, en primer lugar, sangre y muerte contra españoles y peninsulares; y, con la llegada de Pablo Morillo y el Ejército Expedicionario, la confrontación se dirigió también contra los patriotas que habían liderado este tipo de disposiciones y las escaramuzas entre los ejércitos españoles. Sin saberlo, Colombia entraría, a lo largo de su historia republicana (los últimos dos siglos) a un formato de división entre dos bandos, en el que se declara la guerra a muerte al contrario, al que piensa diferente y concibe el mundo de otra forma.
El siglo XIX en Colombia está lleno de casos de este tipo: persecución, asesinatos y amenazas para el partido político contrario al gobierno. Hasta que finalmente, a finales del siglo, Colombia tuvo su gran guerra, una que “duró mil días”, en la que los partidos políticos se enfrentaron militarmente y cuya devastación económica y pérdida de vidas fue tal, que en el siglo XX no se volvió a hablar de guerra civil en Colombia. El proceso de paz que dio fin a esta guerra se dio en el acorazado Wisconsin, donde se firmaron los acuerdos del que puede considerarse el mayor proceso de paz exitoso de los colombianos. Sin embargo, antes del inicio del cese al fuego, uno de los personajes conservadores, funcionario del gobierno, se apresuró a fusilar a cuánto liberal pudo, según él “debía limpiarse a la nación de esta enfermedad”. Algunos tuvieron posibilidad de jurar fidelidad al Partido Conservador y firmar un documento en que declaraban cambiarse de bando.
Ese caso de la Guerra de los Mil Días es similar al de los tiempos de la Independencia, en que aquellos que no fueron fusilados por orden de Pablo Morillo podían ser “purificados” por un tribunal, con una concepción parecida: la posibilidad de negociación política mediante la jura de fidelidad al monarca como una estrategia para “limpiar la enfermedad revolucionaria y/o francesa que aquejaba a la Nueva Granada”. Conexiones que muestran un proceso de larga duración en que el país se ha dividido en facciones que entienden al otro como una enfermedad que debe erradicarse de la sociedad.
En el siglo XX la cosa no cambió mucho. La paz duró poco. A lo largo de los años vimos cómo liberales o conservadores eliminaban al otro bajo el mismo argumento de “limpieza”. La experiencia de la Guerra de los Mil Días, como cualquier conflicto, dejó un trauma social que eliminó del vocabulario el concepto de guerra civil y lo transformó por nuevos significantes: “sucesos”, “la Violencia”, “conflicto armado interno”, entre otros. Pese a la división del país y a los extremos a los que llegó la sociedad colombiana en el siglo pasado —el Bogotazo, por ejemplo—, del vocablo general salió el significante Guerra civil.
Hoy en día en pleno siglo XXI, la posibilidad de guerra civil causa pavor en la población, como quedó demostrado con el sinnúmero de comentarios que aparecieron en relación con las imágenes que circulaban por las redes de aquella bandera. Porque, efectivamente, Colombia aún sigue dividida en facciones, que han transmutado su nombre y caras representativas, pero que continúan en el mismo ejercicio de buscar cautivar las masas por el medio que consideren necesario para “salvar la sociedad” del otro, del contrario, del que concibe el mundo de manera diferente.
La guerra a muerte declarada por Bolívar pudiese considerarse dirigida contra “algunos pocos”; los que tenían o representaban el poder del rey en la Nueva Granada, si bien ofrecía la posibilidad a aquellos que quisieran apoyar la Independencia neogranadina de quedarse y ayudar; a los otros, les anunció la muerte que vendría por ellos. En el caso actual se puede pensar algo similar: la declaración por medio de significantes (la bandera, y la espada de bolívar) está dirigida a aquellos “pocos” que detentan el poder, ofreciendo recibir a quienes deseen cimentar “la libertad del pueblo” por medio de las reformas y condenando a la muerte política a quienes sirven a intereses distintos de los que el gobierno actual dice representar.
Finalmente, la bandera usada por las tropas de Bolívar en tiempos de la Independencia no sólo significa la posibilidad de una guerra a muerte contra aquellos que conciben el mundo de manera diferente, sino que hoy, 212 años después, es utilizada como medio de representación por parte del gobierno para “declarar la guerra política”—en las urnas del 2026— a quienes representan un “interés diferente” al del pueblo. Se trata de una forma en la que, necesariamente, no se usa el vocablo de guerra, en medio de una sociedad que quedó cansada, agotada y traumatizada ante la posibilidad de una nueva guerra a muerte en Colombia.