Un sueño triste de domingo

Nathalia Umbarila
Universidad Pedagógica y Tecnológica
Hoy, Marciana se despertó con ganas de
arrancarse el corazón. Lágrimas y sangre le
recorrían sus huesos, lloraba porque ya no
recordaba a qué le sabían sus besos.
Respirar le pesaba, y un fuego
incesante la quemaba. ¿Qué tan
grande era su herida? No lo sabía,
pero comer ya no quería.
Se sentía vacía y desgastada, como
si su alma se marchitara. Amaneció
esta vez borracha y herida, porque
soñó que él volvía.
Era un sueño dorado, y nublado. Pero a la
vez amarillo y rosado. Ella lo miraba
mientras él la acariciaba, y en su voz le
recalcaba cómo sus ojos brillaban.
Se percibió tan completa, como si
nada le faltara. Abrazar y compartir
de nuevo su piel le hacía creer que
realmente estaba.
Comenzaron a llover almendras
mientras se miraban. El ambiente ya
olía a vainilla escarchada. Pero una
duda la consumió.
Le preguntó: ¿crees en el amor?
Pero nada escuchó, los verbos
volaban mientras su esperanza se
desdibujaba. Todo negro quedó.
Se le desvaneció la sonrisa. Y
percibió de nuevo el rastro tan roto
de sus caricias. Se le acumularon las
dudas, y las mentiras que creía
cenizas.
¿Y qué siguió? Él la soltó, y la
empujó de nuevo al dolor. Pero
irónicamente cayó en su cama, en el
primer recuerdo de estrellas
aterciopeladas.
Estaba ahí en su habitación, rodeada
de lo que para ella algún día fue
amor. El ambiente se impregnó de
palomas heridas que le volaban por
toda la cara mientras todo de
repente se nublaba.
Entonces lo vio y lo besó, pero ahí
mismo se arrepintió. Sus labios
estaban fríos y todo se tornó
sombrío.
Pronto sintió que su pecho
sangraba, ¿moría? No, aunque así lo
quería. Le dolía, algo le dolía, cayó
al suelo y miró las nubes de
terciopelo.
Lloraba mientras se preguntaba por
qué él ya no la amaba. No podía
gritar porque las palabras también
sangraban.
Intentó tapar la herida con voces
vacías, pero solo llovían mandarinas
podridas. ¿Y él? Él ya no estaba, y
ella otra vez sola quedaba.
En el fondo se escuchaba cómo la
puerta se cerraba. Y ella, ahí, tirada
con un dolor que la ahogaba, se
despertó y quiso desesperadamente
arrancarse el corazón.