
Juan Pablo Valencia
Universidad Distrital
Del gris al verde.
Del ruido al silencio.
De la urbe a la naturaleza.
Algunos domingos por la mañana me levantaba con una energía que me era más común cuando era niño porque tenía una misión personal que cumplir: salir a trotar con mi papá.
La ruta que aprendí a caminar en esos tiempos la vine realmente a entender años después, cuando comprendí cómo funcionaban las direcciones. Solíamos caminar por toda la 34 hasta llegar al Parque Nacional, luego subíamos hasta la Circunvalar y finalmente la recorríamos hasta llegar a la entrada de Monserrate.
Estos domingos eran especiales. Se me hacía que Bogotá tomaba otro semblante, como si la ciudad pausara y la quietud reinara. Saliendo temprano no había tanta gente ni tanto carro. El aire se sentía puro.
Subir la montaña mientras nos adentrábamos en el Parque Nacional hacía que la ciudad se perdiera lentamente entre el abundante verde que se apoderaba del paisaje. Este verde me daba paz.
Hace ya un buen tiempo que no subo. Ahora es peligroso, pero cada vez que veo el verde de los cerros a lo lejos, recuerdo el paso lento entre los árboles, la transición del gris al verde, del ruido al silencio y de la urbe a la naturaleza.



