
Sebastián Guzmán
Universidad del Rosario
En una época de agitación política como la que estamos viviendo, es más que necesario apuntarle a una reflexión crítica y alejada de los extremos para tratar de construir una visión menos polarizada del país. El presente no es el mejor: la radicalización no viene solo del presidente Gustavo Petro, sino también de algunos sectores de la oposición que lo único que hacen es dividir y alejarnos de las discusiones fundamentales. Creo que es un error condenarnos a esta pelea de egos que no aporta nada en lo absoluto. Por un lado, esa promesa, utópica debo decir, de un gran Acuerdo Nacional por parte del presidente Petro es un rotundo fracaso. La pelea electoral que tiene la oposición por ver quien toma la delantera para ser el candidato presidencial no sirve, y solamente demuestra una falta de unidad para hacer una oposición seria y con altura.
Es el momento de hablar con claridad, porque ambos lados están fallando: gobierno y oposición se encuentran enfrascados en discusiones que no aportan al país. Por eso este escrito guarda la esperanza, así sea mínima, de que entre los extremos pueda sobrevivir una idea de centro, alejada de radicalismos. El presidente Gustavo Petro ya renunció a los retos que conlleva el gobernar y prefiere las pequeñas victorias de campaña. En eso probablemente culminarán los dos años de su periodo. Por otro lado, en una oposición que está en pelea electoral entre figuras como Miguel Uribe, María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, se ve una clara división y falta de unidad hacía un proyecto común. Están demostrando lo mismo que Petro: solo les interesa su beneficio personal antes que el beneficio común. Me temo que esas son las paradojas de la política.
Frente a este panorama poco alentador es la oportunidad perfecta para el resurgir de una idea política de centro, que creo puede sobrevivir en nuestro país, pero depende de cómo se oriente el renacer de un proyecto político, que para algunos parece que ya está muerto. Ahí se encuentra el reto. Colombia es un país que requiere con urgencia lograr superar el conflicto armado. Pero no es solo firmar la paz, la tarea va más allá. Implica que se equipare un proyecto de desarrollo social liderado por el Estado y el sector privado para cerrar esas heridas de la guerra y apostarle a nuevos comienzos en miras al progreso del país. No es la pelea de egos en la que estamos inmersos. Muy pocos han entendido que hasta que este país no esté en paz y entienda lo que es construir un proyecto común vamos a seguir en las mismas.
Las conclusiones apresuradas que traen los populismos no permiten ver la verdad de lo que está pasando. Los extremos son peligrosos y, desafortunadamente, el centro es visto como algo vergonzoso. Como si fuera algo malo construir un debate reconociendo las ideas de ambos lados y proponer soluciones basadas en la prudencia, que debe ser una de las cualidades más importantes en la política, y llegar a consensos entre ambas partes. Estamos a dos años de las próximas elecciones presidenciales y si seguimos el curso actual vamos a llegar a un escenario de radicalismo político en las urnas: izquierda o derecha. Por eso lo que es fundamental en este momento es comprender la importancia de hacer un llamado a la apuesta política de centro, sin inflar candidatos. Es una salida, si se quiere, para empezar a ver la luz al final del túnel.
El diagnóstico es claro y contundente: nuestro país está herido y si seguimos la ruta de la lucha de egos de Petro y de la oposición no vamos a llegar a ningún lado. Es el momento de un proyecto de centro que sea prudente, rodeado de experiencia, alejado de los populismos y los egos. Creo firmemente que Colombia tiene de donde construir ideas. Me niego a creer que estamos condenados a vivir entre extremos. Guardo la esperanza de que surja la verdadera transformación del centro en miras a un proyecto político que le apueste a las necesidades de los colombianos y no a la satisfacción personal de algunos pocos.



