
Mariana Andrade
Universidad Militar Nueva Granada
En Colombia, como en muchos países del siglo XXI, los medios tradicionales parecen haber encontrado un nuevo hobby: maratonearse la desinformación, acompañada, por supuesto, de la frenética porra de ignorantes que, más que una tribuna, parecen un coro mal dirigido. Es difícil determinar si esto que vivimos es una tragicomedia o simplemente la farsa política de todos los tiempos.
Recientemente las calles de varias grandes ciudades se llenaron de manifestantes, jóvenes (difícil saber si lo eran), adultos, ancianos y hasta niños con carteles en mano y la garganta preparada, gritando a todo pulmón “¡Fuera Petro!”. Pero, más allá de este eslogan que podría muy bien servir para un meme viral, ¿saben realmente por qué están protestando?. Cuando se les pregunta, las respuestas son un eco de titulares sensacionalistas y post en X bastante incendiarios, más espinosos que una rosa bajo el sol del mediodía.
Ah, pero, ¿y los medios tradicionales?, son viejos trovadores de historias mal hiladas, donde la verdad se pierde entre anuncios de limpiadores y la última dieta milagrosa. Con cada noticiero y cada titular, parecen estar menos interesados en informar y más en formar un ejército de zombis ideológicos. Un ejército, claro está, perfectamente útil para las batallas electorales que se avecinan. Y es que, en Colombia, el fenómeno de la desinformación ha alcanzado niveles que podrían competir sin despeinarse en las olimpiadas del absurdismo (si es que eso pudiera existir). Un ejemplo claro es el manejo de la crisis económica y las reformas propuestas por el actual gobierno. Lo que en teoría debería ser un debate informado y constructivo, se transforma rápidamente en un espectáculo circense, donde los payasos no siempre están claramente identificados – no digan que les dije que son nuestros “talentosos y estudiados representantes” de la oposición -.
Pero, ¿quién necesita detalles y análisis cuando se pueden tener eslóganes y chismes de esquina? Al parecer ningún colombiano, porque la desinformación tiene la maravillosa propiedad de hacer sentir a la gente informada sin el fastidioso trabajo de tener que informarse. Es más fácil gritar "¡Fuera Petro!" que sentarse a leer el texto completo de la reforma que actualmente se discute en uno de los recintos más importantes, o entender la complejidad de las relaciones internacionales. Claro que no podemos culpar del todo a nuestros queridos medios tradicionales. Después de todo ellos solo están alimentando lo que el gran público parece demandar: una dieta baja en hechos razonables y alta en ficción. Y mientras tanto, en algún rincón oscuro, los verdaderos problemas del país —la desigualdad, la violencia, el desempleo— esperan pacientemente a ser más que una nota al pie en la gran narrativa nacional.
Pero, ¿qué se puede esperar en un país donde el rumor, el escándalo y la notoriedad del ridículo citadino y de celebridades son más apetecidos que la verdad? En Colombia la ignorancia no solo es audaz, es también un participante muy activo en la fiesta de la democracia. A este paso, no sería sorprendente que el próximo candidato presidencial sea un influencer de TikTok, con propuestas que no superen la extensión de un post en X, pero bueno, no es sorprendente. Hace dos años preferirían haber votado por Rodolfo Hernández, bastante paradójico...
En resumen, la reciente ola de manifestaciones en Colombia revela mucho más que un descontento político. Revela el profundo e irremediable problema de desinformación, donde muchos gritan, pocos saben y casi nadie entiende o quiere entender. Tal vez es hora de cambiar el "¡Fuera Petro!" por uno más contundente "¡Fuera ignorancia!", aunque, claro, eso requeriría que apagáramos la televisión y abriéramos un libro. Pero, ¿quién tiene tiempo para eso cuando hay tantos memes por compartir?
Más que una marcha, esta fue una danza de los ignorantes a la que todos estábamos invitados; pero sería prudente recordar que, al ritmo de la desinformación, es muy fácil terminar pisando sobre los pies de la democracia.



